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Bitcoin para dommies

Más allá de lo que establece la “Ley del Bitcoin”, ¿sirve como moneda? La respuesta no proviene de una perspectiva ideológica o política, ni siquiera desde una perspectiva financiera, contable o fiscal, sino que obedece a una simple lógica de mercado: la tecnología del block chain que utiliza el sistema “de par a par” es muy lenta para servir como instrumento de pago habitual, es decir, como moneda de curso legal.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

El 1 de noviembre de 2008, un programador informático de seudónimo “Satoshi Nakamoto” -cuya verdadera identidad se desconoce- envió un correo electrónico criptografiado para anunciar a un selecto grupo de especialistas en informática -cuya identidad también se desconoce- que había estado trabajando junto al -ahora difunto programador- Hal Finney, en la creación de un “nuevo sistema de dinero electrónico”, que para realizar transacciones entre sus usuarios no requería la intervención de un “tercero de confianza”, es decir, eliminando la necesidad de intervención de una empresa financiera, un banco o un gobierno. En ese momento nace Bitcoin.


Nakamoto desapareció de la red a finales de 2010, tras anunciar que “estaba trabajando en otras cosas” y nada se ha sabido de él desde entonces. Nakamoto tomó precauciones para que nunca nadie pueda identificar quién es y, hasta la fecha, no existen pruebas convincentes sobre quién es en realidad.

Para octubre de 2009, una casa de cambio en internet vendió 5,050 Bitcoins por $5.02 y registró de esa forma el primer intercambio entre dinero real (fíat) a cambio de la moneda electrónica. Fue el paso más significativo en la historia de la moneda, ya que con ello pasó de ser un simple “juego digital” para adquirir carácter de instrumento de intercambio. El 22 de mayo de 2010, otra persona pagó con 10,000 Bitcoins dos pizzas que tenían un precio de veinticinco dólares, lo cual se convirtió en la primera vez que esta se utilizó como “instrumento de pago” para adquirir bienes y/o servicios reales.


A medida que la moneda digital fue ganando adeptos, su valor subió a más de siete mil dólares para noviembre de 2017; escalando a los diecinueve mil dólares para octubre de ese año; volviendo a situarse en marzo-abril de dos mil dieciocho, otra vez en los siete mil dólares. Esas fuertes fluctuaciones son la marca distintiva del Bitcoin hasta la fecha. Tal como lo citan los expertos: “En su estado actual, tal vez no sea conveniente para realizar transacciones menores; puede que no valga para pagar tu café descafeinado en tu cafetería habitual, ya que continúa siendo demasiado volátil para ser una moneda” (Nassim Nicholas Taleb, “El Patrón Bitcoin”, pág. 13).


Entonces, más allá de lo que establece la “Ley del Bitcoin”, ¿sirve como moneda? La respuesta no proviene de una perspectiva ideológica o política, ni siquiera desde una perspectiva financiera, contable o fiscal, sino que obedece a una simple lógica de mercado: la tecnología del block chain que utiliza el sistema “de par a par” es muy lenta para servir como instrumento de pago habitual, es decir, como moneda de curso legal. Actualmente, lleva entre uno y quince minutos para que una transacción utilizando Bitcoins se confirme. Entre menor es el monto, mayor es el tiempo de espera requerido. Ni comerciantes ni clientes pueden darse el lujo de esperar tanto tiempo (¿te imaginas esperar 15 minutos en la cola de la caja en navidad para que validen el pago de tus compras?).


Resulta interesante comparar el período de espera de confirmación de una transacción utilizando Bitcoin con una utilizando una tarjeta de crédito estándar del mercado. Estas pueden realizar unas 3,200 operaciones por segundo o 100,800 millones de transacciones al año, comparativamente, la red de Bitcoin solo puede realizar 350,000 transacciones por día en todo el mundo…es decir, si todo El Salvador la utilizara como moneda y nadie más en el mundo hiciera transacciones, solo podría cubrir las operaciones de pago de la ciudad de Santa Ana por un día de comercio cualquiera, dejando las demás pendientes de autorización. No es casualidad entonces que la iniciativa Chivo haya pasado sin pena ni gloria en nuestro país.

Entonces, ¿para qué sirve el Bitcoin? Los analistas estiman que ese criptoactivo puede funcionar como “reserva de valor” al tener un monto máximo de 21 millones de monedas que constituye la oferta total y teóricamente inalterable de la moneda. Al ritmo programado por Nakamoto, la red producirá el último Bitcoin hacia el año 2140 y ya no se emitirá nunca ni uno más. Esa “restricción absoluta en la oferta”, de acuerdo con la teoría económica, haría que la moneda sea un mecanismo idóneo para obtener una “reserva de valor” tal como en su momento fue el oro almacenado en los Bancos Centrales…eso sí, si la gente continúa creyendo en él.


Explicado lo anterior, recurrir al Bitcoin utilizando fondos públicos para invertir en un criptoactivo como “reserva de valor” derivado de una potencial revalorización que pueda ocurrir en algún momento de los próximos cincuenta años, es ya de por discutible dadas las tantas y tan urgentes necesidades que tenemos como país. Pero promover el Bitcoin como moneda de curso legal no se trató nada más que de una apuesta, una muy cara, por cierto; eso sí, los perritos y los gatitos quedarán, por siempre, muy agradecidos.

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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