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Consuelo Suncín, realidad y ficción inspiran una obra monumental: El Principito

Consuelo nunca olvidó El Salvador y en su autobiografía, Memorias de la Rosa, (Mémoires de la Rose) que sus herederos publicaron en 2000, manifiesta una cierta nostalgia por su tierra de origen. Una autobiografía que no estuvo exenta de controversia porque un experto en Lausana dijo que Consuelo no la había escrito, que lo había hecho el escritor suizo Denis de Rougemont, amigo de Consuelo y de SaintExupéry, pero esta afirmación fue rápidamente desmentida por otro experto en París.

Por Francisco Galindo Vélez

Las historias sobre Consuelo Suncín no siempre se corresponden unas con otras y en varios casos las diferencias son considerables, por no decir abismales. Pero al final, nada de eso importa porque en el caso de Consuelo realidad y ficción se mezclan perfectamente, al punto que tratar separar una de otra se convertiría en un ejercicio estéril e inútil. Y esto corresponde a su mundo de origen; un mundo en que realidad e imaginación, hecho y ficción conviven tranquilamente y en el que múltiples y profundas contradicciones son parte de la historia y de la cotidianidad.


Y una prueba de esto se encuentra en la primera pagina de la biografía que escribieron Martine Fransioli Martínez y Marie-Hélène Carbonell: “¡La casa de mis padres era tan linda! La fachada daba sobre el mar… de un azul que solo se ve en el Pacífico. Los barquitos pasaban con sus velas blancas…Miraba todo aquello con el deseo de volar muy lejos…Mi habitación daba a la montaña. Una montaña negra y triste… Un día, todo empieza a moverse con un estruendo terrible. Espantada, me lanzo bajo la cama…Mi corazón palpita y espero que termine. Cuando ya no hay ruido…corro a la ventana. ¡Milagro! La casa había dado vuelta y ahora de mi balcón veía el mar todo azul, los barquitos blancos y yo estaba contenta, muy contenta”.


Consuelo nunca olvidó El Salvador y en su autobiografía, Memorias de la Rosa, (Mémoires de la Rose) que sus herederos publicaron en 2000, manifiesta una cierta nostalgia por su tierra de origen. Una autobiografía que no estuvo exenta de controversia porque un experto en Lausana dijo que Consuelo no la había escrito, que lo había hecho el escritor suizo Denis de Rougemont, amigo de Consuelo y de SaintExupéry, pero esta afirmación fue rápidamente desmentida por otro experto en París. Un problema de fondo con esta autobiografía es que desmitifica a Saint Exupéry al considerarlo “un hombre egoísta, infantil, cruel, que tenía numerosas amantes y que la relación entre ambos era tormentosa…El libro es una confesión sobre su relación, y provocó una conmoción porque Saint-Exupéry era considerado un santo”. Hasta ese entonces Saint-Exupéry había sido una figura sacralizada en Francia, “y la desacralización raramente está exenta de polémica”.

En El Salvador hubo también una importante controversia en relación con sus cuadros, pues los rumores decían que los pintaba su jardinero y secretario, que al final fue su heredero, el español José Martínez Fructuoso, y que ella solo firmaba con su famoso apellido.


Después de una intensa y minuciosa investigación, Reynaldo Galindo Pohl, en el capítulo de su libro Recuerdos de Sonsonate: Crónica del 32 que dedica a Consuelo, es rotundo y categórico al afirmar que aquel decir era “completamente falso”. Pareciera que hubo un intento, tanto en El Salvador como en Europa, por desacreditarla y difamarla, lo que en inglés llaman character assassination, y negar su talento de pintora, escultora, escritora y contadora de cuentos.

Consuelo fue una artista consumada. A su regreso a París al término de la gran conflagración mundial, pintó en el taller de Salvador Dalí y plasmó su obra sobre lienzo, cartón, madera y aglomerado, y esculpió en bronce, entre sus tantas obras, una célebre estatuilla del Principito. Reflexionando sobre su obra, Consuelo dijo: “Dependiendo de si amamos a un ser, un paisaje o un objeto, lo soñamos, cada vez más acercándonos o alejándonos; cambiándolos de tamaño, color, fragancia, se van y vienen hacia nosotros en la invisibilidad de nuestros bosques interiores”.


Realizó un medallón en bronce del perfil de Saint Exupéry que, por iniciativa de la Embajada de El Salvador en Francia, la Alcaldía de París y la Succession Consuelo de Saint Exupéry, se montó sobre un pedestal del artista salvadoreño residente en Lyon, Ahtzic Silis, en el Square Pierre de Gaulle, frente a la Plaza de El Salvador en el 7º Distrito de París, el 12 de julio de 2013.


La víspera, el 11 de julio, la Embajada organizó un conversatorio en France- Amériques en la que participaron el Embajador Patrick Boursin presidente de la sección América Latina – Caribe de esa institución, el Sr. José Martínez Fructuoso, legatario y director de la Sucesión Consuelo de Saint Exupéry, la Sra. Martine Fransioli Martínez, biógrafa de Consuelo, y la Dra. Milagros Palma, antropóloga franco-nicaragüense. En la ceremonia de develación del monumento participaron el Sr. Pierre Schapia, alcalde Adjunto de París y la Sra. Rachida Dati, alcaldesa del 7º Distrito de París. Este escrito se basa en la ponencia que hice durante el conversatorio y el discurso que pronuncié en el momento de la develación del monumento. Mis palabras en aquel momento y ahora estas escritas no tienen la pretensión de presentar una verdad histórica, sencillamente contar lo aprendido de muchas lecturas y lo que dos de sus compatriotas me contaron de ella.


Ex Embajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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Literatura Juvenil Opinión

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