En el más allá de un cuerpo bello y sensual, el verdadero artista encuentra la divinidad astral de la modelo, la musa escondida. Y al igual que trata de apresar un instante de la vida diaria en el lienzo o en el mármol, intentará detener la belleza de una flor, de un caballo, una montaña o de una mujer. Para el artista la aventura mística de su oficio consistirá –después de pintar un cuerpo- dar con la belleza interior que suele contrastar con la belleza externa. Su trance plástico será describir en la tela o en la piedra a la mujer como modelo de deseo e inspiración. No sólo como objeto plástico del arte y composición. Nadie podría tildar de “perversos” y depravados a los genios griegos de la escultura, que con sus obras maestras, recreaban la belleza de la Creación divina, expresada en el cuerpo humano. No podríamos concebir a un dios genial y creador como un perverso artista del Universo. La absurda moral de la civilización moderna prohíbe mostrar en medios públicos la belleza de un cuerpo desnudo y no el cuadro inmoral de un cuerpo destrozado en la guerra. Por tanto, es natural que la mujer sea -más que objeto estético- modelo de inspiración para un retratista de desnudos. Mujer ¡Maravilloso modelo del deseo y de la iluminación plástica! “Modelo” se entiende como “esencia, centro, entidad, substancia”. No así la basura industrial que reconocemos como objeto. Es obvio que la mujer no es una “cosa”, al igual que el hombre tampoco lo es, aunque ambos sean para sí fuente de dicha carnal y espiritual. Recordemos el famoso juicio de los moralistas contra el escultor de la bella Friné, que le sirvió de modelo para pintar a una diosa. Al final Praxiteles demostró -desnudándola ante el tribunal- que sólo una mujer de semejante hermosura podría representar a la deidad. <palabrasbalaguer.facebook.com>
La mujer, la estrella: modelos del arte y la inspiración
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