En su tiempo, David hizo esta reflexión: "Yo quise edificar una obra para Dios, mas no pude. Pero usted -le dijo a su hijo, Salomón- ¡sí podrá!"
Los hijos no son para vengarnos, sino para realizarnos. Qué lindo es decirles: Hijo, yo quise estudiar y no pude porque tuve que trabajar. Pero usted tiene papá y yo voy a luchar para que usted estudie... Igual podemos decir: Yo quería ser médico, o abogado, o sacerdote, etc. Pero usted, hijo, será lo que yo no pude ser y tendrá lo que yo no tuve.
¡Qué altura del padre de familia que no envidia ni maltrata porque a él también lo maltrataron!
Conocí a un jovencito. Tenía ocho años y andaba descalzo. -Hijo, dígale a su papá que le compre zapatos-, le indiqué.
-Ya le dije- me contestó-. Pero mi papá me dijo que él no tuvo calzado hasta los 16 años.
¡O sea que le faltan ocho años de andar descalzo al niño!
Si usted, hermano, no pudo, que sus hijos puedan.
Volviendo a David, este gran rey le dijo a su hijo Salomón: "Yo crecí en guerra. Tú crecerás en paz".
Nosotros no sólo hemos creciendo en guerras físicas, sino también en esas tremendas guerras contra el espíritu: matrimonios divorciados, hogares desordenados, alcoholismo, abandono, etc.
Pues entonces, usted puede decirle a sus hijos: "Yo crecí en un hogar abandonado por mi padre, pero tú crecerás en un hogar con tus padres"; "yo crecí en un hogar con un padre alcohólico, pero tú tendrás un padre sobrio". "Mi padre no tenía fe, pero yo te mostraré a Dios". "¡Yo crecí en guerra, pero tú lo hará en paz!".
Yo no sé si esto se lo podremos decir a nuestros hijos hoy o tendremos que esperar a que ellos se lo digan a nuestros nietos mañana.
Pero cuántas herencias de pecado se vienen transmitiendo de generación en generación. "Mis abuelos se divorciaron, mis padres se divorciaron, pues yo me divorcio también", dirán algunos.
Mas otros enfatizarán: Hijo, yo crecí en un hogar separado, pero tú lo harás en un hogar unido.
Y lo principal. David agregó en sus consejos a Salomón: "Ahora, hijo mío, que Yavéh sea contigo para que logres hacer la obra".
Nosotros hacemos preparativos, ayudamos, hacemos lo que podemos, pero la obra es de nuestros hijos delante de Dios. La responsabilidad está en sus manos. El padre de familia es sólo un amigo, un hermano, un compañero, pero no puede tomar las decisiones: la obra es de nuestros hijos.
Pidámosle a Nuestro Señor que nos dé un corazón como el del Rey David, quien supo pedirle a su hijo: no me mires a mí; levanta tus ojos y mira al Señor. Yo crecí en guerra, he sido pecador, he tenido defectos, pero tú crecerás en paz, tú puedes superarte y lograr lo que yo no pude. ¡Que el Señor sea contigo!
Predicador Católico.