Como dijo la brillante diputada de Vamos, Claudia Ortiz, a los sumisos de la legislatura, que aprueban sin apenas leer lo que les llega desde CAPRES, “me pregunto todo el tiempo cómo pueden ustedes dormir tranquilos”, lo que puede traducirse como “¿no les abruma prestarse para se cometan tantos desmanes y atropellos a la gente en este país?”.
Pues mucho de lo que aprueban perjudica a la gente, afecta su bienestar, daña su futuro, se trate de los dueños de las tierras que van a ser usurpadas para construir una enorme cárcel, como los que pese a ser inocentes van a encerrarse, a someterse a vejámenes, a soportar el hediondo ambiente de grupos hacinados además de dejar a sus familias y niños sin protección.
La Biblia dice que “con la vara que mides serás medido” .... y con una cuarta más, se agrega.
Los creyentes —y pese a lo dicho por el Papa de que “ni cielo ni infierno existen”— confían en la justicia divina, ya que los malvados absolutos —lo que incluye a Ortega, Díaz-Canel de Cuba, el podrido Maduro de Venezuela, a tantos monstruos del Medioevo— se regodean en sus perfidias, el dolor que causan. Son los sadistas por excelencia, un nombre que se deriva de descripciones que hizo el Marqués de Sade, no de su condición anímica.
Sade fue un escritor que manejó el francés con gracia y elegancia, descendiente de un linaje que jugó un sensato papel cuando el papado se movió de Roma a Avignon en Francia.
Sade fue liberado de La Bastilla el catorce de julio de 1786, fecha que Francia celebra al día de hoy.
Las infernales figuras se regodean de su perfidia
La infernal entraña del malvado se expone cuando Yago, el personaje del drama Otelo que urde la trama que lo llevó a dar muerte a su amada, se dice: “Porque cuando mis actos exteriores exhiban la verdadera naturaleza de mi corazón bajo sus demostraciones externas, mostraré entonces mi verdadero ser como se lucen las insignias en la manga, para que hasta los tontos se den cuenta; yo no soy el que soy”.
Ni Putin ni Lukashenko ni Mao, ni el monstruo que inspiró la leyenda de Drácula, ni el asesino serial de Chalchuapa, ni los torturadores de inocentes, pierden el sueño con su perfidia...