A través de las redes sociales, los salvadoreños vieron a los principales funcionarios del régimen bukeliano mostrándose acorralados, a la defensiva, echando florilegios por doquier a su líder y culpando a los gobiernos de los últimos 30 años y a la misma población por las inundaciones del fin de semana.
Se veían tan incómodos y faltos de explicaciones que, siendo una conferencia de prensa, no dieron espacio de preguntas y respuestas a los periodistas.
No explicaron, por ejemplo, por qué no se intensificaron desde la tarde del sábado las advertencias a la población, incluso por cadena nacional, que en ese momento hubiera sido de mayor utilidad que para las diatribas del presidente. Tampoco dejaron en claro por qué no declararon la alerta roja y anaranjada desde ese crítico instante, sino hasta la noche del domingo, la víspera de un día soleado y caluroso.
No explicaron por qué, estando ya aprobado el financiamiento para las obras, han tardado casi tres años en iniciar la construcción el nuevo hospital Rosales y han condenado al personal y pacientes a permanecer en el viejo caserón plagado de goteras que inundaron áreas y equipos el sábado por la noche.
En la conferencia no hubo palabras de condolencia para las familias de las dos personas muertas por los aguaceros, ni solidaridad para quienes perdieron sus casas, autos y otros haberes por las correntadas.
No. La misión de los funcionarios en ese momento era justificarse, hacer un lavado de cara por la imprevisión, el atenimiento, por no dar el debido mantenimiento a la infraestructura vial y hospitalaria, además de culpar a la población por tirar basura en las calles.
Como dice el doctor Rubén Zamora, ya no vale el argumento de echarle la culpa a “los mismos de siempre” si el bukelismo ya tiene TRES AÑOS en el gobierno y centraliza todos los poderes, tiene en sus manos a la Asamblea y el sistema judicial, mantiene sometidas a las alcaldías y demás instituciones que debían velar por la transparencia.
Los municipios han hecho ver que prepararse para mitigar parte de los perjuicios de calamidades es cometido esencial de ellos mismos, pero al centralizarse los fondos del FODES, dineros muy expuestos a ser literalmente tragados por el enorme agujero negro al centro de la República —un agujero negro “con la voracidad gravitacional de varios miles de soles”— las medidas necesarias no pueden realizarse pues siempre “más sabe el loco de su casa que el cuerdo de la ajena”, aunque no esté claro dónde se asienta la cordura en este suelo.
Tampoco hay dinero para reparar y abastecer clínicas comunales, escuelas, red pública de calles y carreteras, aunque “abunde” para reclutar más soldados y gastar —al menos eso dicen— cientos de millones de dólares en bitcoins.
El desarrollo no es viable sobre la ineficiencia y la improvisación
Para coronar estas calamidades, el desempleo en nuestro país es el más alto registrado en su historia, lo que fundamentalmente se debe a un hecho: cuando no hay inversión nueva en la cuantía necesaria, no se genera empleo.
No hay inversión debido al clima de inseguridad que el rompimiento del Orden de Derecho siempre arrastra consigo, lo que se refleja en las evaluaciones negativas que tanto Moody’s como Standards and Poor’s han hecho sobre los bonos salvadoreños, calificados prácticamente como basura en los mercados financieros.
Inversión de algún significado no habrá mientras en El Salvador sistemáticamente se violen los derechos humanos de tantos, como lo dijo el exencargado de Negocios de Estados Unidos, Patrick Ventrell.
La tormenta Bonnie ha dejado luto y estragos, pero también ha dejado al descubierto los resultados de la incapacidad, la improvisación y la fantasía.