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La cumbre

Participar en la Cumbre de las Américas es una especie de “termómetro democrático”, ya que los únicos que se resisten a participar en ella, son aquellas tiranías consolidadas como la de Venezuela, Cuba y Nicaragua, o aquellas que aún son tiranías emergentes (póngale Ud. nombre al ejemplo...).

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Del 6 al 10 de junio se celebró la Novena Cumbre de las Américas, siendo Estados Unidos su país sede. La primera cumbre -cuando aún no se llamaba “Cumbre de las Américas”- fue celebrada en un ya lejano 1956. En esa ocasión reunió a 19 líderes de distintos países en la Ciudad de Panamá, con el auspicio de la Organización de Estados Americanos. Se esperaba que la Cumbre fortaleciera a la OEA como fuerza que impulsara el desarrollo económico y social de las Américas.

Las Cumbres de las Américas, ya con ese nombre desde 1994, son reuniones del más alto nivel, que convoca a jefes de Estado y de gobierno de los países de América que tienen lugar para tratar temas diplomáticos y comerciales de importancia a nivel continental. Desde que iniciaron, se han realizado ocho Cumbres y dos Cumbres Extraordinarias en diferentes países democráticos del Hemisferio Occidental, reuniéndose en ellas oenegés, organismos multilaterales de financiamiento, organismos del Sistema Interamericano y diversos actores de la sociedad civil y del sector empresarial.

Se espera que los jefes de Estado y de Gobierno que asistan a la cumbre estén comprometidos a fomentar la prosperidad, los valores y las instituciones democráticas y de seguridad de sus respectivos países, así como de la región, ya que quizás por primera vez en la historia, las Américas son una comunidad de sociedades democráticas… al menos, en la mayoría de ellos.

Si bien es cierto que, desde la independencia de Inglaterra, España y Portugal, los países americanos enfrentan diferentes desafíos en materia de desarrollo, están unidos en la búsqueda de la prosperidad a través de la apertura de mercados, la integración hemisférica y el desarrollo sostenible y están -o deberían estar- decididos a consolidar y fomentar vínculos más estrechos de cooperación y a convertir esas aspiraciones en realidades concretas.

La Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA), esa que fue expulsada recientemente de Nicaragua sin que nuestra Cancillería protestara al respecto, la misma cuya CICIES fue ofrecida como promesa de campaña en El Salvador y clausurada antes de que siquiera pudiera culminar la primera investigación, establece que la democracia representativa es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región; ya que en América reconocemos que la democracia es el único sistema político que garantiza el respeto de los derechos humanos y el estado de derecho; a la vez, salvaguarda la diversidad cultural, el pluralismo, el respeto de los derechos de las minorías y la paz en y entre las naciones. La democracia se basa, entre otros principios fundamentales, en elecciones libres y transparentes, e incluye el derecho de todos los ciudadanos a participar en el gobierno.

La democracia y el desarrollo humano y económico se refuerzan mutuamente, por lo que cuando la democracia se debilita en un país, igual lo hace su desarrollo; de igual forma, cuando el desarrollo se ralentiza, los pueblos se empobrecen y es esa misma pobreza -humana y económica- la que actúa como caldo de cultivo para el surgimiento de tiranías antidemocráticas que, paradójicamente, acaban actuando como sepultureros de la democracia y generadores de mayor pobreza… un ciclo perverso del que América Latina parece no cansarse de repetir.

Por tanto, cuando un país participa en la Cumbre reafirma el compromiso que tiene su gobierno en preservar y fortalecer los sistemas democráticos en beneficio, en principio, de su propia nación, pero que redunda en un beneficio de todos los pueblos del Hemisferio. A través de los gobernantes participantes se rubrica la intención de trabajar en favor del fortalecimiento de las instituciones democráticas y de la promoción y defensa de los regímenes democráticos constitucionales.

Participar en la Cumbre de las Américas es una especie de “termómetro democrático”, ya que los únicos que se resisten a participar en ella, son aquellas tiranías consolidadas como la de Venezuela, Cuba y Nicaragua, o aquellas que aún son tiranías emergentes (póngale Ud. nombre al ejemplo...).

La Cumbre de las Américas es, por tanto, un “club democrático”, ya que únicamente los representantes de los gobiernos democráticos han asistido. Y es que a veces, en política, para saber de qué lado posicionarse y saber cuál gobierno apoyar, basta saber de qué lado están… y estar en el mismo “lado” que Cuba, Venezuela y Nicaragua no augura nada bueno para El Salvador. 

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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Cumbres Internacionales Opinión

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