Aún sin asimilar lo que había conseguido, sin darse cuenta del todo que era suyo el hito de ser el primer centroamericano campeón de un Grand Slam de tenis, Marcelo Arévalo miró a su compañero en cancha, Jean Julien Rojer. Luego dio un salto, y comenzó a correr hacia las gradas, para buscar a su familia. Le dieron una bandera en el camino, y fue a abrazarse con Lucia Kovarcikova, su esposa desde 2020, y madre de su hijo, Marcelito.
Después, ya más sereno y en cancha, saludó a los rivales, agradeció a su compañero, a sus entrenadores y brindó especiales palabras para su esposa.
"Muchas gracias por confiar en mí, por confiar en que ganaría algún día un Grand Slam. Incluso cuando estaba jugando los torneos menores, siempre me apoyaste, siempre estuviste conmigo", dijo en la pista principal mientras sostenía en brazos a su hijo.
LEER: Marcelo Arévalo: "Quiero que los niños salvadoreños se alejen de cosas menos buenas"
Ex tenista, Kovarcikova y Arévalo se conocieron cuando este iba a entrenar en Miami a unas canchas a donde Lucia daba clases. Ya se habían conocido de niños, cuando jugaban torneos en distintos países, pero nunca habían coincidido de otra manera que no fuera por el juego.
Ya adultos, en Estados Unidos, mientras una enseñaba a los chicos y el otro se preparaba para dar el salto hacia la historia, comenzaron a salir. Lo demás, es historia, tuvieron un hijo y, en noviembre de 2020 se casaron. Ahora, dos años después, Kovarcikova celebró en las gradas junto con la familia el éxito de su esposo en cancha, y miraba con ojos de amor al nuevo campeón de Roland Garros.
"Quiero agradecerle a mucha gente, pero quiero empezar por mi esposa; no sé dónde está ella en este momento", dijo mientras la buscaba con la mirada entre las gradas. Una vez la ubicó, le dijo: "Gracias por siempre confiar en mí, creo que en algún punto ella confiaba más que yo en que ganaría un Gran Slam... tú siempre creiste en mí, te amo tanto, realmente te aprecio mucho", dijo frente a todo el público.
MIRA TAMBIÉN: PERFIL: Marcelo Arévalo, de Sonsonate hasta el cielo de París