Hace varias semanas estuve escuchando una conferencia del politólogo español Fernando Vallespín sobre el concepto de la modernidad líquida que creó el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman que tanto me ha fascinado por detalles que no voy a tratar en este momento, pero que traigo a colación porque Vallespín, en dicha plática, habló de la novela, un área que, como algunos de ustedes saben, es de mi gran interés y que convertiré en el punto central del artículo que leen.
Analizando la evolución de la conducta humana a lo largo de los últimos siglos para comprender lo que le sucede como comunidad en el primer cuarto del s. 21, Vallespín dijo que había que recordar a Karl Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” donde afirmó que “el hombre (hoy humano) hace la historia pero la hace bajo condiciones no elegidas”, siendo que esa historia y su análisis configurado en lo que denominamos “teoría social” es expresada de una manera más clara, precisa y eficaz gracias al arte de la literatura, donde la novela se lleva los galardones.
Con mucho agrado escuché a Vallespín explicar que la novela transmitía y explicaba las situaciones humanas en una forma superior al de la teoría social, es decir, a esa rama de la ciencia que se dedica al estudio de la sociedad humana. También me sorprendí un poco con esta opinión pues yo la compartía desde hacía mucho tiempo a pesar que algunas personas se referían a la novela como una figura literaria anodina, insustancial e intrascendente.
Para reforzar su explicación, Vallespín también recordó al novelista y cuentista checo Milán Kundera (“La insoportable levedad del ser”) cuando manifestó que la “gran ventaja que tiene el gran invento de la novela es la unificación de la biografía con la historia”, pues en la novela uno toma conciencia de cuáles son los condicionamientos objetivos en que viven los personajes y que los supeditan o limitan; pero no solo eso: uno también tiene acceso a la mente de ellos en cuanto a cómo estos van filtrando ese mundo exterior, que inevitablemente es subjetivo, pero a la vez, mediante la descripción de esa interacción entre el sujeto y el mundo que lo rodea, nos damos cuenta que es objetivo, donde podemos observar que accedemos además a la naturaleza de la objetividad que influye sobre ese sujeto.
Existen varias tesis sobre cuándo se originó la novela, definida como un tipo de obra literaria que narra una acción fingida en todo o en parte y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, así como de personajes, pasiones y costumbres, que en muchos casos sirven de insumos de la propia reflexión e introspección.
Para unos investigadores, la novela “Genji” de Murasaki Shikibu, escrita en el año 1000, es una de las más antiguas en la historia humana. Para otros, la novela es producto cultural propio de Occidente que ha cumplido un rol primordial en los procesos de transformación de las sociedades tradicionales a las sociedades modernas, que nació en Europa con el curso del Renacimiento y como producto de una evolución de tres etapas del arte de la narración previos a ella: la poesía épica (“La Ilíada”, Homero; “La Araucana”, Alonso de Ercilla), la novela de caballería (“Don Quijote”, Miguel de Cervantes) y la novela picaresca (“Lazarillo de Tormes”, anónimo; “Las aventuras de Huckleberry Finn”, Mark Twain).
Para estos estudiosos, los tres sub géneros mencionados constituyen la arqueología de la novela y aunque siguen presentes en ella de alguna manera, en la novela moderna está muy alejada de ellos. Sumado a esto, la novela es ubicada como un fenómeno sobresaliente que surge en el Renacimiento dando lugar a una metamorfosis de una visión religiosa de la vida humana a otra más moderna, real, mundanal, profana, y no religiosa; lo que es un indicativo de que la idea del “mundo moderno” o de “modernidad” no se hubiera dado o fuera muy distinto del actual, de no haber existido la novela.
No es de extrañar que cuando se platica con personas que tienen como hobbie leer novelas, sus ideaciones del mundo, sus perspectivas futuras, sus análisis de la conducta humana y de los hechos colectivos, es muy diferente al de aquellos que no las leen. Los que leen novelas logran “salirse de la caja” y crear nuevos conceptos para lograr una existencia humana más satisfactoria.
Todas estas explicaciones que he encontrado sobre la novela me han entusiasmado aún más para seguir escribiendo en este género y ayudar a los lectores a conocer los hechos realizados por otros, sus ideas y sensaciones surgidas en sus mentes cuando los realizaban y más adelante, cuando palpaban los efectos de esos hechos; todo esto llamado historia, y que si no es conocida se repite inevitablemente, algo que no es agradable cuando las sensaciones que engendran no nos hacen sentir felices. ¡Hasta la próxima!
Médica, Nutrióloga y Abogada