Elmer Martínez, quien cursó hasta segundo grado, asegura que el gobierno les ofreció darles un empleo fijo en el aeropuerto del Pacífico ; aunque sus vecinos ven poco creíble esa oferta laboral porque la mayoría de los miembros de la comunidad son de la tercera edad y jóvenes, entre analfabetas y otros que cursaron hasta segundo o sexto grado.
Las opciones de sobrevivencia para la comunidad son los recursos que les provee el estero y las pequeñas parcelas agrícolas donde cultivan maíz, maicillo, hortalizas y árboles frutales.
Martínez confiesa que le llega la tristeza cuando piensa que en cualquier momento pueden ser desalojados. Sin embargo, él sigue regando las plantaciones de pipián, sandía y maíz, cuyas cosechas servirán para el sustento de su familia.
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También prepara algunos injertos de los árboles de mango para luego trasplantarlos al sitio donde sea ubicado, porque él piensa que: cuando el Estado está de por medio para un proyecto, no le queda de otras más que prepararse.
“Nos duele mucho al pensar que nos quitarán del lugar después de tantos años de sacrificios, de aguantar hambres y otras carencias que hemos venido pasando. Tenemos nuestros ranchos, la energía y se perforaron los pozos, todo con inversión de la comunidad”, describe Martínez.
Con el afán de que sus hijos tengan otras condiciones de vida, Martínez se arriesgó a viajar por tierra, en cinco ocasiones, hasta las fronteras de México con Estados Unidos. Todas las veces cayó preso y fue deportado por las autoridades migratorias de Estados Unidos.
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Cada una de esos viajes fue para acompañar a uno de sus hijos en el recorrido y el objetivo era que el hijo llegara a Estados Unidos.
La decisión fue porque él no tenía dinero para pagar a un coyote (contrabandista de personas) y solo podía reunir el dinero para pagar los pasajes para él y uno del hijo. Lo hizo con el que tenía 24, el de 25 y el de 30 años de edad.
“No quería que se fueran solos, a exponerse a los peligros del camino. Nos fuimos aventurando sin conocer. Ratos caminando. En bus. Y en tren hasta asegurarme de que ellos quedarán en Estados Unidos. Fui a dejar uno a uno. Solo llevábamos 500 dólares, ese fue el primer viaje en el 2004”, narra Martínez.
Él es uno de los fundadores de la comunidad que vive junto al manglar y que siente mucha incertidumbre ante el proyecto del aeropuerto del Pacífico, en La Unión.