En el año 2,000 empezaron a llegar los primeros habitantes a la comunidad Flor de Mangle. El área era de una cooperativa que durante la guerra tenía esos terrenos, pero acumuló una deuda con el Instituto de Transformación Agraria (ISTA), por unos 300,000 colones (actualmente equivale a unos 34,285 dólares)
Con esfuerzos las familias lograron pagar la deuda y ahora muchos cuentan con sus escrituras de propiedad.
El asentamiento fue formado por personas que llegaron desplazados de los departamentos de Morazán, San Miguel, Usulután; quienes durante la guerra, varios, estuvieron en las filas de la guerrilla o de alta en el Ejército.
Cuando terminó la guerra y nadie tenía un techo donde vivir, ni una fuente de trabajo cada jefe de hogar comenzó a construir su rancho de cartón, láminas, adobe o madera, y a cultivar las tierras; también encontraron un estero que para ellos fue una mina que les ha asegurado por más de dos décadas alimentación para sus familias, expone Elmer Martínez.
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Al inicio la comunidad estaba inscrita en la jurisdicción del municipio de La Unión. Pero luego de 10 años, la alcaldía de Conchagua conquistó a varios lugareños para formar una directiva, firmar un documento y publicar en el Diario Oficial que la comunidad era de su jurisdicción; desde entonces es área geográfica del municipio conchágüense. “Eso fue una jugada de los alcaldes para conseguir votos para su beneficio’’, opinan residentes.
El 27 de marzo de 2006, El Diario de Hoy publicó en su edición impresa un reportaje de la comunidad Flor de Mangle. Lugar de muchas carencias, dejando en evidencias la extrema pobreza debido a la falta de recursos de las familias.
La escuelita era una champa de láminas, los pupitres trozos de madera, piedra y latas. En esas condiciones llegaba Glenda Interiano, una maestra altruista, a darles clases de primero y tercer grado a los niños.
Tras la publicación de las condiciones de la escuelita, en mayo de ese mismo año, un comerciante de la ciudad de La Unión donó los pupitres y material didáctico para los niños.
Elmer Martínez asegura que las alcaldías de La Unión, Conchagua y el Gobierno Central les ofrecieron proyectos de viviendas, pero todo quedó en mentiras.
“En la gestión del presidente Tony Saca nos prometieron construir viviendas, la escuela, la introducción de agua potable y la energía eléctrica, pero todo quedó en mentiras. Tampoco me quiso recibir cuando llegué a visitarlo”, comenta Martínez.
Los padres de los alumnos aún recuerdan a Glenda Interiano, la maestra que trabajó varios años de gratis en la escuelita. En ocasiones, ellos hacían la colecta para darle una colaboración. Interiano emigró a Estados Unidos y la pequeña escuela cerró.
Jorge Luis Ventura, ahora de 29 años, fue uno de los alumnos que salió en la fotografía del periódico en el reportaje de la escuelita. Él estudió ahí hasta tercer grado. Ahora es padre de familia y se dedica a los trabajos de extracción de punches y curiles.
Jorge es una de las más de cien personas que a diario extracen curiles y punches en Flor de Mangle
Ahora la comunidad que vive cerca del manglar teme que lo que construyeron en tanto tienpo y con tanto esfuerzo sea afectado por el proyecto del aeropuerto del Pacífico, a construirse en esa zona unionense.