Estimadas mujeres, madres y abuelas de jóvenes detenidos:
No es que la historia se repita, pero sí produce en diferentes siglos y tierras imágenes y situaciones parecidas. Las madres de Argentina se hicieron famosas a partir del año 1977, porque salieron cada semana a la Plaza de Mayo para pedir a sus hijos secuestrados, desaparecidos y encarcelados por la dictadura militar. El gobierno les contestó hablando de la necesidad de combatir al ‘terrorismo’.
El Salvador no es Argentina. 1977 no es 2022. Bukele no es el general Videla, sino un simple aprendiz de dictador. Los pandilleros no son guerrilleros o activistas montoneros. Pero muchos jóvenes inocentes encarcelados en diferentes países bajo políticas de Seguridad del Estado y acusaciones de terrorismo sí son los mismos. Las madres que gritan “¡quiero a mi hijo!” son las mismas en todo el mundo. Su dolor es el mismo. La tortura es la misma en El Salvador 2022 como en El Salvador 1979, en Argentina 1977 o en los territorios ucranianos ocupadas por Rusia 2022.
Entonces, salvando las diferencias y tomando conciencia de las coincidencias, hay que decir: otra vez tenemos una guerra contra el pueblo. No hay nadie más pueblo que estas mujeres que permanecieron día y noche afuera de los penales salvadoreños para obtener información de sus hijos, para hacerles llegar ropa y medicina, para sentirse cerca de ellos.
Lo de Argentina fue resultado de un golpe de Estado clásico, con los militares tomándose el poder y decretando un régimen permanente de excepción, con los derechos de los ciudadanos suspendidos, con redadas y juicios sumarios. Lo de El Salvador es un golpe de Estado del siglo XXI, dirigido por hijos ‘cool’ de papi con sus gorras al revés, armados con iphones y comandando un ejército de troles digitales. Bueno, también tienen un ejército armado de fusiles, y a ambos ejércitos (troles y soldados) los sueltan en contra de las madres de mayo, versión El Salvador 2022.
Dos vídeos se han hecho virales: el de una multitud de mujeres en frente del portón del penal de Mariona (que irónicamente se llama La Esperanza) y otro de una tanqueta tomando posición en frente de este portón para que las mujeres no se acerquen. Bueno, hay un tercer vídeo: muestra a un hombre gordito y bajito rodeado de guardaespaldas, patrullando el espacio ‘limpio’ de mujeres. Es Osiris ‘el lobo’ Luna, el director general de Centros Penales de Bukele, el que coordina las torturas, como antes coordinó las negociaciones secretas con los jefes de las pandillas en sus penales de máxima seguridad. Además es miembro honorario de la ‘lista Engel’ que publica el gobierno de Estados Unidos con los nombres de funcionarios centroamericanos que consideran protagonistas de corrupción o de violación a derechos humanos. A este hombrecito, que clasifica en ambas categorías, los periodistas le preguntan qué hace ahí fuera del penal, y dice: “ordenando el tráfico”.
Así es, para funcionarios como Luna o sus colegas del gabinete de Seguridad, las madres de los jóvenes encarcelados son un problema de tráfico, no de derechos humanos.
Muchos dirán, al leer esta carta, que la mayoría de los 33 mil jóvenes encarcelados bajo el régimen de excepción son pandilleros y merecen estar presos. Bueno, les contesto dos cosas: primero, ¿y los otros cientos o miles, los que no tienen que ver con pandillas más que convivir con ellas en las mismas comunidades pobres? ¿Quién vela por sus derechos, su salud, su vida, si no sus madres con sus gritos, su necedad, su presencia? Y la otra respuesta: ¿Y los que sí tienen que ver con pandillas, sean miembros o colaboradores, no merecen un debido proceso, con abogados defendiéndolos ante jueces independientes? ¿No merecen que en el penal les den un trato correcto, en vez de privarlos de comida, de medicina, de sueño, de la luz del sol, de contacto con sus abogados y madres? Los que dicen que no, mejor no sigan leyendo esta carta. Sigan sacando sus argumentos de La Brittany o del Diario El Salvador.
A ustedes, las mujeres de mayo, les digo: Tienen todo el derecho de exigir información sobre sus novios, maridos e hijos. Es más, tienen el deber de insistir, de hacer ruido, de interrumpir el sueño de los indiferentes. Si no ustedes, ¿quién velará por sus hijos en una sociedad donde la justicia ya no es independiente y una mayoría aplaude a los carceleros?
Mientras escribo estas líneas, la Asamblea está aprobando la prolongación del Estado de Excepción por un tercer mes. Esto significa que habrá otros 15 mil pobres detenidos y 15 mil mujeres más pidiendo información sobre sus familiares. El régimen de excepción, dos veces prolongado, ya se volvió lo regular del régimen de Nayib Bukele.
Según una encuesta de la UCA, el 46.3% de la población está en contra de las redadas masivas sin orden judicial (que es el elemento medular del estado de excepción). En el área metropolitana una mayoría de 48.3% está en contra y sólo 47.4% apoyan esta medida del gobierno.
Siendo así, tiene aún más sentido que ustedes sigan dejándose escuchar, en voz alta, hasta que a sus hijos les respeten los Derechos Humanos. La batalla no está perdida, gracias a ustedes.
Saludos, Paolo Luers