El 3 de mayo de 2022 el rubro artístico de El Salvador se vistió de luto tras la muerte de uno de los grandes referentes de la pantomima en el país. Y es que una negligencia apagó la luz de quien fue Miguel Enrico Serrano Romero, conocido por casi cinco décadas como el Mimo Talapo.
Fue el 23 de abril que el artista cayó en cama con un dolor muy intenso en el abdomen, lo que provocó que fuese llevado de urgencia al Hospital Zacamil; sin embargo, fue tratado de forma indiferente por el personal médico y tras varios exámenes solo le diagnosticaron una “infección en las vías urinarias”, según relata su hija mayor, Libia Iraní Serrano.
“Fue un trato bien deshumano porque realmente el encargado de cirugías lo atendió de mala gana, las enfermeras que estaban ahí le preguntaban si lo iban a intervenir quirúrgicamente y él (doctor) nada más decía darles prioridad a los heridos de bala”, detalló Libia.
Tras varios días con el fuerte dolor, se determinó que Talapo tenía un plastrón apendicular, por lo que fue traslado al hospital Rosales en donde lo intervinieron quirúrgicamente, “pero lastimosamente un coágulo de sangre se le depositó en el pulmón y le provocó un paro respiratorio”.
“Para mí fue doloroso, fue como un rayo que me partió en dos. Yo me quedé sin palabras no me lo esperaba. Un hombre fuerte, tan luchador, tan lleno de energías no podía haber muerto”, comentó con tristeza Libia Serrano, quien estuvo al cuidado de su padre en sus últimos días.
Luego, el 4 de mayo artistas nacionales se reunieron para dar el último adiós a Talapo, quien fue su amigo, compañero y cómplice de aventuras. Sus restos descansan en el cementerio La Bermeja.
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Un artista multifacético
Miguel Serrano, quien nació un 27 de diciembre 1956, era un artista que sabía de todo y eso lo hacía un ser humano interesante. A lo largo de su vida se desempeñó como defensor de los derechos humanos, crítico social, pintor, fotógrafo, actor de teatro, músico y mimo.
Su pasión por las artes escénicas inició en la década de los 70’, cuando apenas tenía 17 años, en medio de una crisis social que vivía en país y que luego provocaría la guerra civil. Fue en ese período en el que se incorpora al movimiento estudiantil Cultural Popular de la Universidad de El Salvador (UES).
Su objetivo era expresar a través del arte corporal sus ideales y también las injusticias que para ese entonces se vivían. Y es que Talapo luchaba por los derechos de los más vulnerables por medio de una disciplina artística silenciosa: la pantomima.
Entre gestos y movimientos, el artista creaba historias con mensajes profundos, que conectaban las emociones directamente con la música, la danza y las artes visuales.
En 1993 conoció al director de teatro Baltazar López y al reconocido actor Héctor Estrada, con quienes juntos a otros artistas se transportaban en un teatro móvil, como un escenario creativo, que recorría todos los pueblos del país para llevar alegría a las personas a través de las artes escénicas.
A finales de los 90’ también dedicó gran parte de su tiempo a trabajar en pro de los derechos de la niñez y la adolescencia. Realizó talleres e impartió charlas con el objetivo de involucrar a los más pequeños en espacios recreativos y culturales.
“Fue un gran deportista y bailarín. A él le gustaba mucho conservar su físico, igualmente fue bailarín de break dance durante los años 80’. Él hacía el famoso paso de Michael Jackson para atrás, era algo que a mí me encanta ver”, recordó Libia.
Su legado seguirá vigente
En 2019, Talapo fue nombrado “Hijo Meritísimo de la Universidad de El Salvador” por su gran aporte al arte y la cultura del alma mater. Y tras su fallecimiento, según comentó su hija, las autoridades de la institución pretenden hacer un monumento en honor al artista.
Por lo que su legado seguirá vigente en el país para que las nuevas generaciones conozcan de su historia, sus logros y su pasión por las artes.
Pero uno de los mayores aportes que dejó para el pulgarcito de Centroamérica es el talento que heredó a su hija mayor, quien desde muy pequeña siguió sus pasos en este mundo artístico, y hoy más que nunca quiere darle continuidad a este camino.
Aunque es consciente que “del arte no se vive”, cuyas palabras se las replicaba su progenitor, Libia quiere honrar la memoria y el trabajo incansable de su padre por cambiar a la sociedad a través de la música, los movimientos y las expresiones.
La artista fue quien acompañó desde muy pequeña a su padre a las presentaciones que realizaba en diferentes puntos del país. Afirma que comenzó como espectadora y fan número uno de Talapo, luego se convirtió en parte de su elenco, algo que la motivó a aprender del arte que adquirió como su propia disciplina.
“Yo siempre participaba con él allá en los Planes de Renderos. Allá por los 90’, los Planes de Renderos eran una base cultural muy significativa porque ahí se reunían músicos de música andina, malabarista, bailarines y ahí fue donde yo también me exprese junto con él en las artes escénicas”.
Libia estudia su último año en Licenciatura en Sociología en la UES. En estos últimos años se ha dedicado también a la investigación social, cultural y de derechos humanos. Además, de seguir en la pantomima.
“Mi papá fue el máximo exponente de esta disciplina (Pantomima) en el país y yo quiero seguir con ese legado, porque es una disciplina que rompe con el mimo tradicional”, aseguró.
Por último, describió al gran artista como: “Mi mayor ejemplo de vida, de lucha, de perseverancia, porque a pesar de todas las adversidades y que no crecí con lujos, siempre se preocupó por la familia, por ser nuestro sostén, porque no nos faltara nada y, por supuesto, enseñarnos a salir adelante, a pesar de cualquier obstáculo que se nos presente”.