Varias personas hacen fila para recibir gratuitamente un vaso con café caliente y pan dulce de las manos de Saraí Beltrán, una joven de 30 años que fue conmovida al ver a centenares de mujeres, hombres y niños pasar en vela y en la calle esperando que algún familiar, capturado bajo el régimen de excepción, salga por la puerta del penal La Esperanza (Mariona).
Son las 9 de la noche, el frío se hacen sentir y también el hambre. Muchas de las personas se sortean las mañanas, tardes y noches con el escaso dinero en sus bolsillos, que cada día es menos. Ese vaso con café y pan dulce como cena puede que ayude a conciliar el sueño con algo en el estómago.
“Fue una idea de la noche a la mañana y no es que nos sobre el dinero, pues como todo salvadoreño la vamos pasando con frijoles, macarrones, queso; pero ver a tanta gente acá afuera da bastante tristeza. Es algo sencillo, humilde, pero se les da de corazón”, afirma esta joven estudiante de quinto año de Ciencias Jurídicas.
Una carrera que Saraí está a punto de culminar mediante su pequeño negocio de venta de papas fritas enfrente de una universidad privada en San Salvador. Su historia de superación y esfuerzo fue reconocida por este periódico en 2019. Ahora, al comprender las vivencias legales de estos salvadoreños la movió a querer ayudarles, al menos con un café y un pan.
Mientras avanza la fila más personas se van sumando. “¿Puede darme otro para una muchacha que está en muletas allá?”, pregunta una mujer que busca apaciguar el frío de la noche con el café. “Bueno”, responde Saraí, al tiempo que entrega la doble porción.
Esta es la primera noche en la que Saraí junto a su esposo e hijo de más de un año quisieron realizar esta labor altruista. “Hemos regalado 150 vasos con café y unos 200 panes; como le digo a la gente: no nos pagan con dinero, nos pagan con una sonrisa. Es una alegría hacer esto”, dice con entusiasmo.
“Venimos de Santa Ana”, “vengo de Usulután”, “soy de Zaragoza”, expresan muchas de las personas que deciden quedarse a la espera de que cualquier día liberen a su pariente, de quien aseguran “es inocente, no tiene vínculos con pandillas, es trabajador”.
Como conocedora del marco legal salvadoreño, Saraí expresa que “yo entiendo que por sus familias las personas vienen a preguntar, a saber cómo está, pero realmente el régimen de excepción dice que esa persona está detenida por 15 días; entonces yo pienso que las personas deberían de esperarse y no venir a sufrir acá”.
La joven recomienda tener paciencia para que se realice la primera audiencia para que las familias puedan recibir información de parte de las autoridades de cómo va cada caso. Palabras con las que difieren algunos parientes a las afueras del penal de Mariona. “Ya pasaron quince días desde la audiencia y todavía está encerrado”, exclamó angustiada una mujer con el anhelo de que este día liberen a su familiar.
En el oscuro firmamento se aprecian unas nubes. Parece que nuevamente lloverá, así como ha ocurrido otras noches de largas esperas frente al portón blanco de La Esperanza. A las 8 p.m., unos ocho reos fueron liberados. Los familiares esperan que “saquen” a otros más. Acá se quedarán aun así llueva.
“A estas horas de la noche, un pancito y un café caen bien. Dentro de tres o cuatro días espero regresar y ayudar a los demás con lo poco que nos cae a nosotros, pues se siente muy bonito servirles de esta manera”, asegura Saraí.
En menos de una hora, el café y el pan se han acabado. La familia aborda su viejo vehículo rumbo a su casa en la capital; sonrientes y satisfechos, seguramente planeando su próximo acto de bondad a las afueras del penal de Mariona.