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Inmortal violencia

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Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

Ante el estratégico manejo masivo de la propaganda por parte de quienes operan la agenda comunicacional de instituciones públicas y privadas, ya sea para convencernos de que estamos (política y socialmente) mejor que nunca, o para colocarnos productos y servicios que nos harán la vida mejor, se podría reflexionar acerca de la verdad detrás de las músicas épicas y las imágenes conmovedoras con que revisten sus mensajes, o, simplemente, dejarse llevar.

No sería completo analizar sin más. Es decir, sin tener en cuenta que nuestros razonamientos tienen como insumos la “realidad” que nos presentan los medios de comunicación y las redes sociales, las conversaciones con los amigos y familiares, la propia experiencia personal, etc. O sea, que lo que nos parece que pasa, generalmente, en realidad siempre está mediado por terceros, intencionalmente o no, pero mediado al fin. Y por ello, es importante tener en cuenta que todas nuestras valoraciones y conclusiones respecto a la realidad, indefectiblemente parten de datos y experiencias que tienen fuentes racionales y emocionales, que son matizadas por nuestra educación y prejuicios, que significan más o menos dependiendo de nuestros valores personales, experiencias, intereses, etc.

Para muestra un botón: hace poco conversaba con una persona que, paradójicamente, era firme partidario de mantener la penalización del aborto en nuestra legislación, y al mismo tiempo modificar el código penal e introducir la pena de muerte. Después de analizar las aristas de su posición, llegamos a la conclusión de que su opinión estaba muy influenciada por el lugar donde había crecido y donde actualmente vive: una zona popular infestada por las pandillas y sometida a la voluntad y arbitrio de los delincuentes.

Él, una persona con convicciones morales, no podía entender que hubiera otra forma diferente de terminar con el “problema” que aplicando aquello de “muerto el perro, se acabó la rabia”… Sin embargo, al pensar despacio que no se trata de “perros” sin más, y múltiples consideraciones racionales-emocionales-culturales más apegadas a la realidad de cómo son las cosas, me pareció entrever que -al menos- haría el esfuerzo para sopesar su postura personal respecto al difícil tema de la pena de muerte.

Me quedó más claro algo leído recientemente: “Las emociones son las puertas por medio de las cuales captamos valores o disvalores. Como una lupa, posibilitan vislumbrar los detalles no alcanzados por el uso exclusivo y parcial de la razón”; lo que hace de la emotividad una fuerza interior importante, capaz tanto de hacer que las personas busquen la solidaridad con base a la compasión o empatía, o que remarquen las discriminaciones y afán de dominio para con aquellos que “sienten” inferiores respecto a sí mismos; ya sea por condiciones económicas: porque son pobres; de conocimientos: porque son ignorantes; de género: porque no encajan con mi idea de cómo deben ser las cosas, introduciendo términos como homofobia o perversión; políticas: porque son corruptos por definición, simplemente por militar en formaciones políticas determinadas; etc.

Como ya habrá adivinado el lector, la conclusión a la que quiero llegar no tiene nada que ver con mostrar la superioridad, o incompatibilidad de la razón sobre las emociones, o viceversa, sino en llamar la atención acerca de la importancia de tomar en cuenta ambas maneras de acceder a la realidad, y comprender que -como alguna vez se ha dicho- si “antes” (o alguna vez) hubo personas interesadas en mantener grandes mayorías en la ignorancia, con el fin de beneficiarse; ahora parecerían existir grupos o personas empeñadas en mantener perpetuamente emocionadas (con las emociones que a ellos les conviene, claro está) a grandes porciones de la sociedad.

Ya se sabe: esto del afán de dominio de unos sobre otros es, en la historia de la humanidad, la de nunca acabar. En el fondo, la imposición de unos sobre otros está siempre presente mientras los medios varían, evolucionan, pero la constante, lo permanente, sigue siendo la violencia.

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Opinión Violencia

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