Imposible. Palabra que desafía uno de los elementos más importantes de la humanidad, el de vencer retos. Hasta no hace mucho (1953), subir el monte más alto del mundo parecía una quimera. Pero Edmund Hillary y Tenzing Norgay demostraron que era posible.
Hoy en día, casi 800 personas intentan subir hacia la cima del Everest (8,849 metros sobre el nivel del mar) cada año, aproximadamente, según datos de National Geographic. Pero, ¿por qué arriesgarse a sufrir amputaciones, hipotermia, por subir al punto más alto del planeta?
¡HISTÓRICO! La salvadoreña Alfa Karina Arrué llegó a la cima del Everest
Imposible. Viajar a la luna, mandar una expedición a Marte, descubrir las leyes de la física... todo forma parte de la grandeza de la humanidad, y Alfa Karina Arrué se convirtió en la primera persona salvadoreña en coronar un imposible de la magnitud de la montaña más alta del planeta.
No lo logró en 2021, cuando las bajas temperaturas (-45 grados centígrados) y las tormentas de nieve la obligaron a retroceder cuando le faltaban 800 metros, según datos proporcionada por ella al departamento de prensa del Instituto Nacional de los Deportes.
Escalar la montaña más alta es una especie de símbolo más que un deporte tradicional. No se celebran goles ni acciones estéticas visualmente atractivas. Se celebra la constancia, la lucha humana contra la adversidad, el demostrar que esos imposibles están en la mente, y que el techo para cada quien reside solo en su cerebro.
$60,000
dispuso la Federación Salvadoreña de Montañismo y Escalada, otorgados por los contribuyentes a través del Instituto Nacional de los Deportes, para que Alfa Karina cubriera los gastos de viaje, seguro, boletos, alimentación y demás para lograr ascender al Everest, según datos del Indes.
A eso se enfrentó Alfa Karina Arrué, no cuando comenzó esta travesía, no hace 7 años cuando decidió convertirse en la primera persona salvadoreña en coronar el “Techo de la Tierra”. Lo hizo constantemente.
Su historia
Subir a la cumbre más alta es ir en dirección totalmente opuesta a tocar fondo, y de eso sabe Alfa Karina Arrué. Con tres hijos y, tras 8 años de matrimonio, con una carrera en jurisprudencia culminada, encontró en el senderismo un camino, una ruta a salir del hoyo en el que había caído al enfrentar su divorcio. Un agujero emocional que cualquier ser humano experimenta alguna vez en la vida manifestado en diferentes vicisitudes.
Por ello, subir el Everest es simbólico y representativo para El Salvador.
Lo logró en su segundo intento y luego de remar contra corriente. En 2019, incluso abrió una campaña de recolección de fondos en GoFundMe para poder recaudar los aproximadamente 50 mil dólares que necesitaba entonces para poder comenzar con la travesía rumbo al Everest.
Parcialmente, recibió ayuda el año pasado, y en este, contó con el apoyo económico del Instituto Nacional de los Deportes, que decidió entregar 60 mil dólares de los contribuyentes a la Federación Salvadoreña de Montañismo y Escalada para que apoyara a Alfa Karina en todo lo relativo al equipo, boletos, estadía, seguro médico, etc.
Ayer, 12 de mayo, Arrué se convirtió en apenas la tercera mujer centroamericana en coronar la cumbre, tras las chapinas Andrea Cardona (al tercer intento) y Bárbara Padilla (al cuarto), y se sumó a un pequeño grupo de centroamericanos que lo han conseguido.
Hija Meritísima de El Salvador
La alpinista Alfa Karina Arrué podría convertirse en “Hija Meritísima de El Salvador”, luego de conseguir la hazaña de escalar la cima del Everest. La bancada de ARENA solicitó en la Asamblea Legislativa el reconocimiento. La pieza de correspondencia destaca en que es la tercera mujer de Centroamérica en conseguirlo, y que superó a dos chapinas pues lo logró tras solo 2 intentos.
Ayer (por la diferencia horaria en Nepal, noche del miércoles en El Salvador), Alfa Karina alcanzó la cima tras sobreponerse al temor a la muerte que experimentó en 2021, cuando incluso conoció casos cercanos de alpinistas que murieron por los senderos que ella atravesó.
Ayer, Alfa se sumó también a aquellos salvadoreños que hacen de lo imposible un reto que motiva a caminar y superar las montañas que enfrentan en su vida. Al final, ¿no se trata de eso el sentimiento más bonito del deporte... y de la humanidad?