La mirada curiosa de Dina Luz Villeda fue atrapada por el colorido y la vistosidad de los flecos que adornan las piñatas de las fiestas infantiles, ya que a sus 48 años ha dedicado la mayor parte de su vida al emprendimiento de sus sueños.
Residente del municipio de Zacatecoluca, en La Paz, Dina recuerda entre risas como nació su deseo de aprender a hacer piñatas cuando solo era una niña y vivía en las cercanías del cementerio local, donde quedaban estructuras de alambre con las que se elaboran flores artesanales.
Con 12 años, su madre decidió enviarla a clases de costura, para aprender un oficio, pero el destino tenía otros planes, sus ojos fueron cautivados por una clase de piñatería que era impartida junto al taller de costura al que ella asistía.
Sin el consentimiento de sus padres, Dina decidió cambiar de curso y recuerda entre risas y nostalgia como le regalaron su primera piñata, la cual no dudó en desarmar para saber cómo la habían hecho. Aunque su madre no estaba totalmente convencida del cambio le permitió terminar el curso.
También: Fe y espera en Mariona: Familiares duermen afuera del penal en busca de información
“No me imagino mi vida dedicándome a otra cosa”, señala al recordar que su negocio inicio de forma inesperada cuando hizo las piñatas para una celebración familiar y en medio de la reunión se empezó a promocionar.
Luego de años de trabajo, Dina cuenta notablemente emocionada como ha podido transmitir sus conocimientos del oficio a sus cuatro hijos, mismos que le ayudan durante ciertas temporadas, e incluso a su nieta de dos años. “No hay que despreciar la ayuda de los niños, porque así les nace el interés de aprender”, añadió.
Actualmente doña Dina, como es reconocida en el pueblo, no solo por sus piñatas sino que también imparte talleres a jóvenes, de forma privada y a través de proyectos en casas comunales. “El primer curso que anunciamos vinieron como 20 personas”, señala al recordar que los participantes eran en su mayoría de fuera de Zacatecoluca.
El proceso pandemia fue muy duro, al igual que el resto de emprendedores se vio obligada a cerrar su negocio, frenar las clases y dejar de recibir personas en su casa; sin embargo, señala que durante ese tiempo empezó a hacer piñatas en uno de los corredores de su casa, “para él que quede tenga algo” señaló ante la incertidumbre que se vivía en dicho momento.
Continuar trabajando fue un escape para el encierro, curiosamente logró vender algunas unidades para a portar en su hogar mientras su esposo no podía trabajar. “Yo tenía mis fichitas” asegurando que la venta era limitada, pero se mantuvo.
“Esta es mi vida, yo sueño con mi trabajo” agregó doña Dina mientras observa sus creaciones, actualmente su taller esta abierto a las jóvenes que desean aprender el oficio, con clases gratuitas. La piñatería surte la mayor parte de los comercios en el municipio e incluso vende por mayoreo a tiendas que se encuentran a las afueras del departamento.
Para doña Dina compartir su trabajo es un placer y haber enseñado a sus hijos el oficio con el que pudo educarlos, es un orgullo que resalta en su mirada.