Para cultivar la tierra no se necesita un terreno en la zona rural y eso lo sabe muy bien don Carlos Pérez, quien se ha dedicado a cultivar rábanos y otras hortalizas a la orilla del río Tomayate, en la colonia San Antonio de Cuscatancingo.
“Aquí sembramos rábanos y lechugas todo el tiempo, hacemos una cosecha al mes”, relató Pérez.
En una pequeña parcela, don Carlos, de 67 años, también cultiva lechuga de mata, hierbabuena, cilantro, chipilín y tomates.
Su esposa Amelia Bonilla de Pérez es quién le ayuda a sembrar, cuidar y quitar la maleza a los sembrados.
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Al principio, la pareja de ancianos comenzó a cultivar en una parcela alquilada. Cada cosecha debía pagar $20 por el espacio. La ganancia era poca y solo les alcanzaba para cubrir los gastos de comida, por lo que decidió ahorrar dinero para poder comprar una parcela, cerca de donde rentaba.
“Antes alquilaba, pero hoy ya es propia, tenemos seis años de estar aquí”, comentó.
Por más de 15 años, don Carlos ha sembrado hortalizas en la colonia para luego venderlos en el mercado Central.
“Unos años los trabajé en construcción, pero se volvió pesado para mi edad”, añadió don Carlos.
La falta de recursos lo llevó a reinventarse y convertirse en sembrador de hortalizas. Y es que vivir en la ciudad no fue un impedimento para encontrar un lugar donde trabajar la tierra.
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Aunque no ha sido fácil, Carlos debió aprender todo sobre los cultivos. “El rábano se tarda 27 días en estar listo y la lechuga que nosotros cultivamos un mes, dependiendo del clima”, explicó.
La pareja vive a unas cuadras de la parcela, por lo que su rutina es salir de casa cuando el reloj marca las 6:30 de la mañana.
Al mes, cultivan hasta 200 rábanos y de dos a tres docenas de lechugas. Doña Amelia, de 69 años, se encarga de venderlas en el mercado de la Capital, ya que es el lugar donde mejor precio le ofrecen para comprarlas.
Los demás productos los venden en su vivienda, donde tienen una pequeña tienda, conocida como la rabanera. Se encuentra sobre el pasaje Primero de Mayo, siempre en la misma colonia.
En los últimos meses, la salud de doña Amelia ha empeorado, debido a una enfermedad que padece en su estómago, situación que le ha impedido ir a vender al mercado. Asimismo, le dificulta pasar de pie o agachada para limpiar los sembrados.
“(En el mercado) tienen mejores precios, pero por mi enfermedad no siempre voy a venderlos hasta allá”, dijo Amelia.