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Salarrué y la revista Espiral

Hace un siglo, Salarrué y otros hombres y mujeres de la intelectualidad salvadoreña dieron vida a esta revista, pionera en sus diseños y tipografías modernistas.

Por Carlos Cañas Dinarte | May 07, 2022- 05:50

Autorretrato de Salarrué, pintado en Washington D. C., en 1918. Colección privada, San Salvador.

En el primer trimestre de 1922, el joven artista Luis Salvador Efraím Salazar Arrué aún no firmaba ninguna de sus obras plásticas y literarias como Salarrué. Por esas fechas, ganó un concurso convocado para darle nombre a una nueva revista de la intelectualidad joven del país, que fue bautizada como Espiral. Sus tirajes abarcaron 34 números, publicados entre el 15 de marzo de 1922 y el 15 de noviembre de 1923, gracias al trabajo editorial de Enrique Lardé, Miguel Ángel Chacón y Alex Arrué, a los diseños modernistas del grabador español Francisco E. Sasso y al profesionalismo impresor de Tipografía La Unión.

Espiral no fue cualquier revista en el panorama intelectual salvadoreño. Si La Quincena (1903-1908) había inaugurado el Art Nouveau tipográfico en el país, Espiral llevó los diseños modernistas nacionales a una alta expresión, tanto en sus diseños de páginas, adornos interiores, logos y en el uso de la paleta de colores para presentar obras plásticas expresamente realizadas para servir como portadas, caricaturas o ilustraciones de textos narrativos y poéticos.

En esa publicación presentaron sus trabajos literarios y plásticos el propio Salarrué, Alice Lardé Arthés, Carmen Brannon Vega (una década antes de ser Claudia Lars), Manuel Andino, Julio Enrique Ávila, Juan Ulloa, Tula y Julia van Severen Sosa, Carlos Bustamante, Toño Salazar, Alfredo y Miguel Ángel Espino, Ramón de Nunfio, Mercedes Quintero, Salvador Cañas, Alberto Masferrer, José María Peralta Lagos, Juan Ramón Uriarte, Manuel Castro Ramírez p., Francisco Morán, Francisco Luarca, Francisco Miranda Ruano, Alcides Chacón, Camilo Campos, Vicente Rosales y Rosales, José Valdés, Raúl Contreras y otros poetas, prosistas e ilustradores.

Eva moderna, trabajo artístico de Salarrué, usado como una de las portadas de Espiral. Imagen digital cortesía de la Hemeroteca Municipal de Madrid.

Por entonces, su admirado Arturo Ambrogi (se desempeñaba como director general de la Biblioteca Nacional y de sus ediciones) quiso publicarle un libro, Rastrojos, a lo que el joven autor se opuso. Esa obra se encuentra perdida en la actualidad y tan sólo aparece mencionada en los escritos de la académica estadounidense Sharon Young. Sin embargo, es más probable que ese título recogido sea erróneo y que se tratara en realidad de Vilanos, cuya versión reconstruida será publicada en San Salvador, en agosto de 2022, para su centenario de creación.

A inicios de octubre de 1922, la dirección y redacción de Espiral y la Alcaldía Municipal de San Salvador anunciaron la apertura de una exposición internacional de pintura en las instalaciones del Teatro Nacional, la cual fue curada y dirigida por Salazar Arrué. Pese a que les fue negado el local anunciado, la muestra fue abierta al público a fines de ese mes, en uno de los salones de la Dirección General de Correos (hoy Parque San Martín o Predio Universitario, en la manzana poniente de Catedral), cedido por su director, el docente y promotor cultural Juan Ramón Uriarte.

Tras su paso por Espiral, Salarrué comenzó a anunciarse como caricaturista en periódicos y directorios, aunque mucha de su supervivencia de entonces dependía de un grupo de diez benefactores y personas amigas, cada uno de las cuales aportaba diez colones mensuales para comprarle una de sus pinturas y permitirle satisfacer las necesidades básicas de su familia, a la que pronto llegaron tres hijas.

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Desde esa época, Salarrué fue buscado por varios colegas literarios para que les elaborara las portadas o las ilustraciones interiores de sus respectivos libros o publicaciones periódicas. Ejemplos de esos trabajos gráficos son el poemario Ritmos de vida, de Juan Felipe Toruño (San Salvador, Centro Editorial Salvadoreño, julio de 1924, con carátula del forro elaborada en colores por Salarrué) y la portada de Reflejos (San Salvador, 1931), drama en tres actos escrito por Juan Ulloa.

El 8 de diciembre de 1922, Salazar Arrué contrajo matrimonio religioso con la también artista plástica Zélie Lardé Arthés (1901-1974), la última hija de una destacada familia de intelectuales y científicos, descendientes de la antigua colonia francesa de Louisiana, al sur de los Estados Unidos. Ante la ausencia física del padre y madre de la novia, ambos ya fallecidos, el permiso para el enlace le fue concedido a Salarrué por Alice Lardé Arthés (después de Venturino), hermana de Zélie, quien la motivó para superar el estado suicida en que la había sumido su enamoramiento silencioso de aquel alto muchacho, de ojos verdiazules y cabellos color miel y naranja, que llegaba de tarde en tarde a conversar con su hermano Enrique. Con sumo cariño, será a Alice a quien Salarrué dedicará su libro Cuentos de barro (1933).

Otra de las portadas de Salarrué para la revista Espiral. Nótense la tipografía del título y la firma del autor en forma de compás místico. Imagen digital proporcionada por la Hemeroteca Municipal de Madrid.

Como director artístico de Espiral, Salarrué desarrolló varias pinturas para sus atrevidas portadas (algunas tituladas, como Eva moderna), en las que más de alguna vez compartió créditos con Z de S (Zélie de Salazar) Las S y A superpuestas (iniciales de Salazar Arrué) siempre aparecieron en forma de compás místico.

En la actualidad, en territorio salvadoreño no se conservan ejemplares de Espiral. Varias decenas de sus ejemplares pueden ser consultadas ahora entre los vastos y ricos acervos latinoamericanos de la Biblioteca Pública de Nueva York (NYPL) y de la Hemeroteca Municipal del Complejo Cultural del Ayuntamiento de Madrid, en la calle del Conde Duque.

(*) Texto basado en la presentación de PowerPoint que usé para una conferencia de igual título, en el Museo de Arte de El Salvador (MARTE, colonia San Benito, San Salvador), el 31 de agosto de 2006.

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