Una niñez entre las comodidades de una familia noble. Se escapa a otra parte del mundo para seguir el amor de su vida. Sufre un atentado dentro de una prisión al que sobrevivió casi de milagro. Parece haber salido de la pluma de un guionista de Hollywood, La vida de Beatrice Alamanni de Carrillo, fallecida a los 78 años en San Salvador, donde vivía desde los años 70, después de haber dejado el Piamonte , unas de las 20 regiones de Italia.
Su historia empieza en Lauriano Po, un pueblo de poco más de 1000 habitantes que queda a 30 kilómetros de la ciudad de Turín , a donde serán llevados sus restos. “Hace tiempo nos había manifestados esta voluntad, cuenta Eleonora”, la segunda de sus tres hijos.
Nunca olvidó sus raíces. Siempre consideró a Italia su verdadera casa.
La joven Beatrice se muda a Turín para estudiar derecho, y en los años de la universidad conoce a un joven salvadoreño, hijo de un embajador, llegado a esa ciudad para estudiar Ingeniería Electrónica en el Politécnico.
“Cruzábamos nuestras primeras miradas desde nuestros balcones ubicados en condominios que se encuentran en una de las calles principales de Turín, llamada Corso Francia, prácticamente como Romeo y Julieta”, recuerda Juan Antonio Carrillo Estrada con el tono de voz entrecortado por la emoción.
En 1968 se casaron. La boda se celebró en el Instituto Missioni della Consolata.
Por seguir a su esposo , Beatrice dejó el estudio de abogados donde había empezado su carrera y se embarca en una aventura a través del Atlántico.
“Recién llegada fue una experiencia impactante. Joven, de buena familia, catapultada a un país completamente distinto”, comentó en seguida a unos amigos.
La dedicación a la enseñanza y el compromiso civil llenaron rápidamente su vida.
Al final de los años 70 funda la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad José Simeón Caña (UCA) en San Salvador, donde enseñó a varias generaciones de futuros abogados, políticos y funcionarios públicos.
En el 2001 da inicio el capítulo más importante de su vida, por el cual será recordada en los libros de historia del país centroamericano, su segunda patria.
En aquel año fue electa Procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos , un cargo dotado de poderes comparado al de nuestra Corte Constitucional, nacido en el 1992 en seguida de los Acuerdo de Paz suscritos entre el gobierno y el FMLN, después de 10 años de guerra civil y 80 mil víctimas .
Cumpliendo ese papel, Doña Beatriz, como todos la llaman, puede hacer buen uso de su vocación, de ponerse del lado de los más débiles y luchar contra las injusticias, convicciones maduradas al entrar en contacto con las ideas de la teología de la liberación.
“Entendí que ese era el camino para la salvación para la humanidad . Italia es mi fuerza pero El Salvador me ha enseñado a ser humilde, a aprender de aquellos que sufren” , comentó en una ocasión.
En sus 6 años como procuradora luchó para reabrir el caso del asesinato del monseñor Oscar Romero, el obispo de las ideas revolucionarias asesinado en el 1980 por los escuadrones de la muerte de la derecha. Sus esfuerzos llevan a la Corte Interamericana de los Derechos Humanos un caso oficialmente cerrado por la justicia salvadoreña con la ley amnistía.
“Ella tuvo el valor de tocar nervios descubiertos de un país altamente corrupto”, manifestó el hijo Arrigo.
No tenía miedo de enfrentar a los poderosos, ministros o políticos reconocidos. Durante sus 2 mandatos denunció la existencia de grupos de exterminio dentro de la policía nacional.Se declaró al lado de las mujeres víctimas de violencia sexual y con escasas posibilidades de ser apoyadas. Luchó por derechos de los detenidos, denunciando las violaciones en un país donde para los criminales no está prevista alguna reeducación, solamente castigos. “ No se puede concentrar todo sobre la represión , hay necesidad de tener valor para apostar sobre la recuperación de quienes ha cometido crímenes. Los derechos fundamentales valen para todos”, repetía en el 2002 en una visita a la prisión de La Esperanza (Mariona). Un proyectil disparado por quien no aprobaba su lucha por los derechos de los detenidos le pasa cerca sin lesionarla.
Al inicio de la pandemia vino a Turín por una delicada operación del corazón, practicada con éxito en el hospital Molinette.
Cada verano quería regresar a su amada Turín, porque no le gustaba el frío, cuenta la hija, Eleonora. Era una gran apasionada de la lectura y en Turín compraba muchos libros que en El Salvador no se encontraban. Nunca olvidó sus raíces Piamonteses y el clima tropical de El Salvador no le impedía de cocinar “arrosti e bolliti” (horneados y hervidos).
Pero la verdadera especialidad era su torta de nueces. “No hemos saboreado una mejor”, ríe su hijo Gualtiero, exCónsul General de El Salvador en Milán. Este último viernes Beatrice confesó un presentimiento a su esposo: “ Ya no veré más Italia, no veré más mi amada Turín”.
(Tomado del periódico La Stampa, con licencia del autor, Filippo Femia. Traducción: Fabrizio Berard)