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Nuestra Pascua cristiana

Las profecías se cumplen.  Él es nuestra Pascua que celebraremos por cincuenta días. Sigue sustentando nuestra fe cristiana.

Por Oscar Rodríguez Blanco
Sacerdote salesiano

No sabemos exactamente la fecha del “primer Jueves Santo de la historia”. Algunos estudiosos dicen que fue más o menos el 6 de abril del año 30 de la era cristiana. Jesús, que estaba en el Monte de los Olivos, baja a Jerusalén para celebrar con sus discípulos la “cena pascual judía”. En el gran Templo de Jerusalén se realizaban grandes preparativos para la gran fiesta del año (Ex 12, 1-14).

Los discípulos de Jesús, fieles a las tradiciones judías, le habían hecho una pregunta: ¿Dónde quieres que te preparemos la Pascua? (Me 14, 12) y Él les dijo: “Id a la ciudad y encontraréis a un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y, donde entre, decidle al dueño de la casa: "El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala para comer la pascua con mis discípulos? Y él os enseñará una sala grande, alfombrada y preparada. Hagan allí los preparativos" (Me 14, 13-16). Todo se preparó a la perfección.

Jesús había celebrado por varios años esta cena. En esta ocasión estaba viviendo sus últimas horas. Sus discípulos no lo sabían, pero sí estaban preocupados.   Sobre la mesa había un cordero, pan, vino, hierbas amargas. Dice el escritor Bishop que los discípulos “le miraban esperando una señal de tristeza o alegría para guiar sus sentimientos, casi lo mismo que las ovejas, que, cuando brillan los relámpagos y resuenan los truenos, no miran al cielo, sino al pastor”. Jesús ya les había advertido con algunos anuncios dramáticos que ellos no habían querido entender.

En algún momento de la cena Jesús tomó la palabra y dijo: “Con gran deseo he deseado comer esta pascua con ustedes antes de padecer, porque en verdad les digo que no volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios (Le 22, 15-16). Ellos se sentían amados, pero  los sombríos presagios oscurecían ese amor. El temor de sus seguidores aumentó cuando el maestro en un tono muy serio les dijo: “Habéis visto cómo los reyes de los gentiles dominan a sus súbditos. Que no sea así entre vosotros, sino que el mayor sea como el menor y el que manda como el que sirve. Porque ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve”. En un acto inusual tomó una palangana en sus manos y arrodillándose les lavó los pies diciéndoles: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. Lavar los pies era un oficio de esclavos.

En esta histórica cena el Maestro toma de la mesa uno de los panes, lo bendice, lo parte en trozos, y elevando sus ojos al cielo dice: “Tomen y coman todos de él porque esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes. Toma una copa y les dice: “Tomen y beban todos de él porque este es el cáliz de la alianza nueva y eterna que será entregada por ustedes. Hagan esto en conmemoración mía”. (Mc. 14, 22-24). Este mandato divino es el que repiten cada día los sacerdotes en la eucaristía. Con este gesto queda sellada la “Nueva y Eterna Alianza”.

Judas lo entrega por la noche, lo llevan a las autoridades que lo condenan a muerte de cruz, pero resucita al tercer día.  Las profecías se cumplen.  Él es nuestra Pascua que celebraremos por cincuenta días. Sigue sustentando nuestra fe cristiana. ¡Felices Pascuas!

 

Sacerdote salesiano.

 

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Cristianismo Opinión Semana Santa

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