Internándonos en el océano rosa de Akala observamos -desde nuestro velero- un repentino resplandor en “ambara” los cielos de aquel mundo lejano. Era la nave ultra lumínica “Ícaro” que retornaba al no poder realizar el imposible viaje al planeta Tierra. Cuando ésta descendió al suelo vimos consternados cómo estallaba en llamas. “Tristemente, su destrucción era lo mejor –dije en mis adentros. La expedición era un peligro para la Ciudad de la Divina Luz.” No obstante, a Karuna y a mí nos abrumó la tristeza de perder a los únicos y cercanos seres terrestres que nos quedaban. Los mismos a quienes una conspiración había hecho desaparecer en la odisea espacial. “¿Quiénes eran en verdad?” –pregunté. “Ilusión. Como la misma historia de la Humanidad, de la cual fuimos parte alguna vez” –respondió mi amada interestelar. Como el tiempo no existía en Akala apenas se manifestaba como “el horizonte del suceso”. Y hacia allá continuamos nuestra travesía. Al anochecer constaté los mapas y el astrolabio que me diera el místico azul. Así enrumbamos el velero hacia la prometida isla de nuestro renacimiento. (XXXVII) <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C.Balaguer-Amazon)>