En la mitología griega Fobos (temor y horror), hijo de Ares, dios de la guerra, y Afrodita, diosa del amor, tenía un especial protagonismo antes de las batallas. Su presencia con anterioridad a los combates simboliza el reto individual de todo soldado para enfrentarse a sus temores.
En mayor o menor medida todos hemos experimentado una experiencia de miedo en alguna de sus formas, tenue o paralizante. Pero ¿qué es el miedo…?
La teoría de José Antonio Marina en su libro “Anatomía del miedo: Un tratado sobre la valentía” señala que los humanos hemos heredado filogenéticamente la emoción del miedo y durante miles de años la utilizamos con las mismas funciones que cualquier otro animal. No obstante, la baja especialización de nuestro desarrollo cognitivo en el momento del nacimiento y la capacidad de aprendizaje introdujo una serie de elementos importantes que cambiaron nuestras emociones y sus funciones. Uno de ellos fue la presencia de fenómenos naturales que provocaban miedo al ser humano a pesar de no suponer un peligro para él. Fenómenos como los producidos por las tormentas, el trueno, el rayo, los temblores sísmicos, provocaban reacciones de miedo en los humanos que, al no comprender las causas de dichos fenómenos, tendían a darles una explicación mágica, considerándolos productos de fuerzas sobrenaturales.
Así, el miedo es el precursor de la trascendencia, mitos y religiones; cuando no encontramos respuestas lógicas ante hechos que nos ocasionan miedo o pavor o situaciones inexplicables recurrimos a lo divino…
El miedo (del latín metus; o phobos) suele definirse como un sentimiento o manifestación emocional de desconfianza que impulsa a creer que va a suceder algo negativo; también puede desarrollarse como una angustia ante un peligro que, que puede ser real o imaginario. Lo relevantes es que aunque el peligro no exista por ser imaginario, el miedo, por el contrario, sí puede ser muy real.
El miedo es la emoción que dispara el mecanismo instintivo defensivo que induce los comportamientos de supervivencia. Generalmente es una respuesta refleja e innata de alta intensidad y corta duración, pero también se puede transformar en un sentimiento estable de bajo tono de larga duración. Dependiendo de las circunstancias del entorno y de la adaptación genética del individuo al mismo, se podía delimitar diversos comportamientos o respuestas de supervivencia inducidos por el miedo. El miedo está considerado como una de las emociones primarias, producto de la evolución de la vida.
El miedo suele ser un recurso mental para escapar o evitar los peligros, sin embargo, también es una barrera que puede interponerse en el bienestar de una persona, llegando a bloquear o a impedir el transcurso de una vida normal. De hecho, muchos de los trastornos más habituales tienen como origen el miedo a una situación real o posible, como la ansiedad, las fobias o los ataques de pánico.
La respuesta del miedo -normal o patológico- no es controlada, no se activa voluntariamente de forma consciente. Los expertos establecen cuatro respuestas automáticas: huida, defensa agresiva, inmovilidad y sumisión. Además, existen respuestas fisiológicas: aumento de la presión cardiaca, dilatación de pupilas, sudoración, agotamiento.
Desde el punto de vista neurocientífico, el miedo es un recurso básico y antiguo en la operación cerebral: Hay datos de experiencias almacenados como recuerdos o “basura psíquica” (traumas); el tálamo decide dónde enviar los datos sensoriales, el córtex sensorial interpreta esos datos, el hipocampo almacena y recupera los recuerdos conscientes y establece el contexto, la amígdala (donde están almacenados los recuerdos y emociones del miedo) decodifica las emociones y determina la posible amenaza y el hipotálamo activa la respuesta de lucha o de huida; la adrenalina y el cortisol son los neurotransmisores que vehiculizan todo el proceso.
Así, una experiencia en nuestra infancia traumática o desagradable, que no recordamos conscientemente, está allí como un dato registrada, y se suele activar o desencadenar cuando algo o alguien nos evoca esa experiencia primaria.
Pero junto al miedo coexisten las fobias: Zoofobia: miedo irracional a algún animal; Acrofobia: a las alturas; Astrafobia: a las tormentas; Pluviofobia: a la lluvia; Amaxofobia: a conducir; Aerofobia: a volar; Agorafobia: a los espacios abiertos; Claustrofobia: a los espacios cerrados; Eritrofobia: miedo a ruborizarse; entre otras. El trastorno de ansiedad generalizada, la angustia, el pánico, la hipocondría, los trastornos obsesivos compulsivos, el estrés postraumático, son familiares del miedo.
Si uno comprende la anatomía del miedo, si se analizan regresivamente las experiencias, sobre todo si se cuenta con el apoyo psicológico adecuado, es probable que uno logre tener un mejor control o vuelta a la normalidad, cuando las experiencias fóbicas o de miedo son recurrentes.
El miedo incluso puede llegar a formar parte de la construcción del carácter y la personalidad, dando lugar a personas temerosas, tímidas, apocadas, ansiógenas, cuyo principal rasgo de personalidad es la tensión permanente de miedo con la que abordan las relaciones con el medio. Cuando el sentimiento de temor se convierte en obsesivo, puede surgir una situación patológica, de larga duración y alta intensidad, y el miedo se convierte en terror paranoico y la persona enferma y queda inhabilitada para vivir la vida de manera autocontrolada y autónoma.
Los rasgos del miedo se pueden clasificar en cuatro categorías: 1) Son un balance consciente de nuestra situación (función evaluadora); 2) Son experiencias cifradas; 3) Son fenómenos transaccionales; 4) Son iniciadores de una nueva tendencia (movilizan o empujan a una acción); estas características pueden afectar al ser humano a nivel corporal, psicológico y conductual.
Pero el miedo también puede ser utilizado como estrategia de dominación, inculcando el miedo como amenaza, suspensión de recompensa, acoso, aislamiento, manipulación y uso político.
Anota Julián Fernández de Quero (2008): “Si el temor es uno de los resortes del poder, el poder político, que es la quintaesencia del poder, debe saber manejarlo. Así ha sucedido durante toda la historia de la humanidad y una de las grandes virtudes potenciales de la democracia es ser un eficaz desactivador de este mecanismo. Los políticos han utilizado y utilizan con frecuencia el miedo para unificar y enardecer a una nación”. El miedo y el odio son las principales amalgamas; las conspiraciones, los enemigos, las amenazas sirven para unificar en torno a una ideología. Además, una conocida ley sociológica según la cual cuando una sociedad siente miedo, aspira a tener un brazo fuerte que la salve, y está dispuesta a cambiar libertad y su dignidad por la seguridad….
Investigador Educativo/opicardo@asu.edu