Estamos para iniciar una de las más importantes celebraciones de la Iglesia Católica. De poco en poco las cosas han cambiado y cuando se escucha la palabra “Semana Santa” viene a nuestra mente a qué lugar iremos, qué comeremos, si saldremos del país o de la capital, dónde están las mejores ofertas de licores y cosas tan banales como las mencionadas.
No creo que haya momento más crítico para la sociedad salvadoreña como el que vivimos y debe la oración fecunda y vivir a semejanza de Cristo no solo la semana sino nuestra vida; vivir una verdadera Semana Santa implica que nuestros deseos queden a un lado y que sea la Palabra de Dios la que guíe nuestros pasos, pues tristemente quizá sea esta semana, donde las iglesias quedan vacías y poco a poco empiezan a llenarse nuevamente en la medida que el dinero y la vacación se acaba.
No, debemos orar por las familias de todas aquellas personas que perdieron la vida entre la alza de violencia , la pandemia o cualquier enfermedad, tantos accidentes de transito y tantos homicidios pidamos por un país justo, por que la fraternidad le gane a la enemistad, por cada joven desaparecido, por aquel joven que va rumbo al norte por la falta de oportunidades, y quizá, por último rezar y orar por nosotros. Los ritos ayudan pero se fortalecen de las oraciones, de las pequeñas mortificaciones y sobre todo de la ayuda al prójimo. Somos uno de los países con los índices más altos de católicos, pero esas son frías estadísticas pues la realidad en los hogares y en las calles dista mucho de lo que es ser un verdadero católico; si realmente fuésemos tan hombres y mujeres de fe, se debería tener otra sociedad; sin embargo, no parecemos católicos sino simples hombres y mujeres que van por la vida sin saber qué hacer.
El ejemplo lo deben imitar los niños y los jóvenes. Deben nuestros hijos los niños y todas las nuevas generaciones lograr en años o décadas tener una sociedad totalmente diferente a la que vivimos. Lo que vivimos como país no es fácil, es una situación sumamente compleja donde este problema no se arregla ni con procesiones ni vistiendo colores púrpuras o morados; no es malo pero no es lo único. Yo mismo los visto en Sonsonate.
No, solo que exista una verdadera metamorfosis, un cambio profundo en cada hogar salvadoreño es que podremos salir adelante; no podemos esperar que terceras personas nos cambien para bien. Eso jamás ocurrirá sino que solo nosotros podemos dar la solución a esta dura realidad si realmente imploramos en nuestro interior que Dios habite en nuestros hogares, sino es así, no debemos preguntarnos por qué estamos tan mal como sociedad.
Llama mi atención el silencio de los altos jerarcas de la Iglesia Católica ante lo que sufre El Salvador. Pareciera que se enfriaron; sin embargo, dejan la responsabilidad a una población que necesita una luz y que sean estas sencillas letras un llamado a las máximas autoridades de la Iglesia a que sean “la voz de los sin voz”.
Reflexionemos qué es una “una verdadera Semana Santa”. Es aquella en que predominen los actos nobles hacia nuestros hermanos más desfavorecidos que, por cierto, es tan fácil encontrar en cada esquina de esta ciudad y de cualquier gran ciudad ya no digamos en las zonas vacacionales. En vez de querer unas vacaciones, busquemos y preguntémonos ¿qué agradará más a Dios?
Que esta Semana Santa sea tan santa para todos que nos ayude y proteja a vivir lo difícil de vivir en este país y termino con esto: “Ese Cristo que tú ves no es Jesús. Será en todo caso la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios.. Purifícate . Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego… no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡el Jesús Cristo!" (Tomado del libro camino de San José María Escrivá de Bala
Médico.