La Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) y entidades de derechos humanos nacionales e internacionales denunciaron que el régimen ha impuesto la censura y la autocensura a través de decretos ambiguos que dejan en manos de autoridades cometer abusos y arbitrariedades contra los periodistas y medios independientes, so pretexto de combatir a las pandillas.
De acuerdo con los decretos, los jueces pueden imponer hasta 15 años de cárcel a los periodistas y personas particulares que se alegue que han transmitido mensajes de las pandillas o que generen “pánico”, es decir, les dan una amplia discrecionalidad al igual que a fiscales y hasta policías para determinar si alguien está transmitiendo un mensaje de pandillas o de zozobra, cuando perfectamente se sabe que en el caso de los medios sólo exponen las realidades.
Las reformas mordaza, como se les ha dado en llamar, obligan a la censura y la autocensura, lo cual es prohibido por la Constitución de la República.
Las medidas del régimen han sido condenadas por las entidades internacionales que velan por los derechos humanos, por la libertad de expresión y por la democracia.
En una u otra manera, medidas similares se aplican en Cuba, en Venezuela y con particular descaro en Nicaragua, no digamos en la Rusia bajo Putin o Bielorrusia por el déspota Lukashenko, que ordena asesinar o hunde en la cárcel a sus opositores.
No puede repetirse suficientemente que la libertad de expresión tutela todas las libertades y derechos de la gente, pues denuncia abusos, atropellos, corrupción, lo que enturbia o perjudica grandemente a la población.
Con los cierres a la información libre, los dictadores, regímenes de fuerza, tapan sus errores, los desmanes de sus secuaces, los daños que su mala gestión hacen a su propio interés.
La información objetiva, honesta, orienta a la gente, a toda la gente, sobre lo que sucede en el suelo que los sostiene, les alerta sobre amenazas, los pone en guardia sobre potenciales estafas.
Un régimen que censura impide que la población se dé cuenta de peligros que se ciernen sobre ella, de tenebrosas conjuras, del operar de mafias.
Los decretos de mordaza, además de echar tierra sobre toda suerte de abuso, prácticamente, como en Cuba (no se puede hablar de Nicaragua donde simplemente no hay medios fuera de la maquinaria de propaganda del déspota ) equivalen a garantizar una irrestricta libertad de alabanza, la facultad que permite colocar incendiarios allí donde pondrá pie el dictador, como fue en la República Dominicana en tiempos de Trujillo.
Lo más abyecto de la vida de este demente se narra en el relato de Mario Vargas Llosa titulado “La Fiesta del Chivo”, una historia que a cualquiera le congela la sangre.
Trujillo se presentaba en uniformes llenos de cordones dorados, con sombreros a lo almirante de una inexistente flota de imaginarios imperios...
Como sentenció Lord Acton, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente...
Al cerrarse la puerta a la información se alientan el rumor, la calumnia, el chambre
La información libre equivale a la voz de la muchachita que gritó que el Rey iba desnudo, no que portaba una deslumbrante vestimenta con que lo habían embaucado....
A los dictadores sus secuaces “los empiscuchan” como le sucedió a Chávez, el desquiciado que llevó Venezuela a la condición de miseria en la que se encuentra, pero cuyas hijas poco agraciadas y su cercana parentela disponen de grandes fortunas, todo robado.
Para tapar lo robado, el enorme saqueo, es que Ortega ha impuesto la férrea censura a Nicaragua.
Al perseguir la libre expresión, el rumor, los chambres, la desinformación, la calumnia se empoderan, todo con su carga tóxica...