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A propósito del mal trato a los animales

Crear hospitales es el fracaso de la prevención, además es caro, favorece a los menos y constituye una oferta mínima de servicios veterinarios ante una demanda gigantesca. La solución de fondo más bien apunta a desarrollar campañas intensas de divulgación, orientación y educación a los propietarios sobre las necesidades de salud de las mascotas y la responsabilidad que ello involucra.

Por Rodolfo Chang Peña |

“Muñeca” perrita juguetona de corta estatura, pelaje color beige, sedoso en la barriga y áspero en los costados con un mancha blanca en el pecho, compungida le comentó a “Rocky”, un perro aguacatero echado sobre sus cuartos traseros a unos metros del portón de un rastro por el rumbo de Apopa:  “¡Ya es hora de que la población canina se pronuncie en relación con la frase inventada por los humanos que el perro es el mejor amigo del hombre!”.

“Rocky” nacido y criado en el hogar de un destazador oriundo de un suburbio conocido por “Madre Tierra”, de tres cuartas de estatura, pelambre oscura de apariencia sucia se incorporó y meneando la cola con nerviosismo respondió: “¡Yo como no soy de raza ya me acostumbre a los desprecios, a que me alimenten con sobrantes de las comidas de los humanos, a vivir parasitado, a que nunca me lleven al veterinario y a los frecuentes improperios como “chucho haragán”, “tragón desgraciado”, “costal de pulgas”, “chucho bueno para nada”, “chucho jiotoso”. Para colmo me amenazan con “ponerme a dormir” cuando me haga más viejo. En realidad no creo que nos tomen en cuenta además de que no podemos esperar mucho de los humanos, no se quieren entre ellos y no necesitan tener rabia para morderse!”.

“Muñeca”, temblorosa, arqueó el espinazo y estiró las patas traseras al tiempo que respondió: “El perro puede ser el mejor amigo del hombre, pero el hombre no es el mejor amigo del perro. Basta citar que son los humanos los que se burlan de nosotros con frases como “Es chucho para el pisto”, “Chucho no come chucho”, “El pobre vive como chucho”, “Es un pata de chucho”, “Come con hambre de chucho”, “Al chucho flaco se le pegan todas las pulgas”, etc. con un significado que en nada nos dignifica”.

Cuando vio pasar un can desconocido con un trozo de pan duro en la boca, “Rocky” de inmediato se puso tenso; sin embargo, se tranquilizó cuando se dio cuenta de que no era con él y agregó:  “Después de diez años de residir en esta comunidad he aprendido a asociar los cipotes con las pedradas, los humanos borrachos con las patadas, los basureros con los lugares ideales para merendar, las unidades de salud con los “bocados” para exterminar a nuestros hermanos callejeros, los vehículos veloces con los amigos atropellados, las fiestas de fin de año con los estruendos y quemaduras y las reuniones familiares con la música para sordos y las reyertas”.

Después de apartar la vista de un microbús de la ruta 109 atestado de gente, “Muñeca” levantó las orejas y acomodándose para acercarse más a su interlocutor murmuró: “En realidad al mejor amigo se le trata bien, se le atiende en sus necesidades, se le cuida y protege, se le da de comer y se le proporciona un lugar decente donde dormir. Me es difícil entender a la mayoría de humanos que se ufanan de poseer perros que no cuidan, que conviven con grandes perros de fincas en casas pequeñas que parecen cajas de fósforos y lo que es peor, los dejan encerrados todo el día y parte de la noche o los obligan a callejear. Ni modo, cuando el hambre aprieta no tienen otra opción que roer huesos llenos de hormigas, raspar estopas de coco, lamer trozos de sandía, masticar y tragar hojas de tamales y envoltorios de diversos alimentos”.

Después de mordisquear el dorso del inicio de la cola por un prurito pasajero adoptando una complicada posición en tres patas “Muñeca” continuó: “En el país se estima que existe un millón de perros, de ese monto se calcula que aproximadamente solo el 10% se alimenta adecuadamente y recibe las atenciones veterinarias correspondientes. El 90% restante aguanta hambre y sus dueños, si es que tienen, los abandonan o se desatienden de ellos. En otras palabras, se puede generalizar que el “Chucho salvadoreño promedio” sobrevive con problemas de salud y nutrición cuyas causas son la negligencia, desconocimiento e irresponsabilidad de los dueños. Crear hospitales es el fracaso de la prevención, además es caro, favorece a los menos y constituye una oferta mínima de servicios veterinarios ante una demanda gigantesca. La solución de fondo más bien apunta a desarrollar campañas intensas de divulgación, orientación y educación a los propietarios sobre las necesidades de salud de las mascotas y la responsabilidad que ello involucra. Solución que naturalmente es mucho más barata, favorece a un universo mayor y disminuye ostensiblemente el sufrimiento de nosotros los animales”.

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