“Tú eres una ventana por donde Dios contempla el universo. Procura mantener limpios los cristales” aconsejaba el recordado indú Gurú Marceli. La lluvia, el polvo, el tiempo y demás elementos terminan enturbiando el vidrio de un ventanal. Nosotros, por igual, llegamos a quedar sucios de dañinas pasiones y errores y -por ende- nuestra visión humana, divina y universal. Como un cristal cubierto de mugre y costra, por donde no se puede ver la vida con claridad ni el luminoso devenir. El ser humano siempre estará tras ventanas: ya esté en casa; en el auto; en el banco; en sus naves de luz o surcando el espacio sideral. Aún en el hospital de maternidad, el recién nacido está tras vidrieras. Igualmente en la morgue y la funeraria, la persona fallecida está al otro lado de una ventanilla de cristal. Como afirmara un día el gurú Marceli viendo hacia el cosmos, somos un ventanal por donde Dios contempla el universo y el alma humana. Debiéramos procurar mantener siempre limpios los cristales de nuestro ser y espíritu. Ya sea cuando veamos el nuevo amanecer, la llegada de primavera o del esperado ser amado. Testigos de la Creación -ya cósmica o divina- tendremos así una comprensión más clara y precisa del mundo y la existencia. Mirando por el tragaluz de nuestra alma la asombrosa maravilla del cosmos exterior como el de nuestro interior.
Eres ventana por donde Dios contempla el universo
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