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El acceso a la información pública: diferencias entre El Salvador y Costa Rica

Aparentemente es un gobierno que comunica y lo hace bien. La verdad es que no comunica, sino que distorsiona la realidad a su favor. No hay comunicación efectiva, entendida como el ir y venir de ideas entre dos partes.

Por Carlos Gregorio López Bernal
Historiador

En noviembre de 2024 el presidente Bukele fue invitado por su homólogo costarricense a visitar aquel país. La visita tuvo visos de exclusividad, dado que la asamblea legislativa y el órgano judicial se negaron a recibir al ilustre visitante. De ese modo, la agenda se limitó a intercambios entre dependencias del ejecutivo. Para aliviar el desplante de los otros poderes del Estado, Rodrigo Chávez condecoró a su colega con la con la Orden Nacional Juan Mora Fernández en grado Gran Cruz Placa de Oro, la máxima distinción del país a extranjeros. Esta acción provocó fuertes críticas en Costa Rica, pues la ley establece que se otorga “exclusivamente a los extranjeros a quienes Costa Rica desea honrar por motivos de conveniencia pública o por sus servicios distinguidos al país, particularmente en la actividad diplomática o en materia de relaciones exteriores”. Es obvio que el homenajeado no ha prestado servicios distinguidos a Costa Rica, ni tiene méritos diplomáticos. Entonces, la única justificación seria por “conveniencia política”, no para los ticos, sino para el presidente Chávez, cuyos delirios autoritarios, lo acercan a su colega.

El 11 de noviembre de 2024, a falta de mejores resultados, en un momento de sublime inspiración a los mandatarios de les ocurrió la idea de crear una “liga de naciones” de dos naciones. Enfatizo el número porque el simple sentido común sugiere que una liga debiera tener más miembros, pero bueno, algo había que inventar. A pesar de lo etéreo y extravagante de la propuesta, los tinterillos del régimen inmediatamente comenzaron a hablar maravillas sobre ella. El mismo en que se conoció la noticia, un sociólogo dijo, “La propuesta es visionaria porque piensa conformarse por países que tengan las mismas visiones y aspiraciones de desarrollo económico y social, lo cual les permitirá generar una ventaja competitiva regional”. Sus conocimientos sociológicos no le dieron para saber que Costa Rica y El Salvador son países muy diferentes en términos de desarrollo, instituciones y cultura política. Como era de esperar, agregó que la conducción de la liga recaerá en el presidente Bukele, pues es “el líder mejor evaluado y el que está más presente en el imaginario de los pueblos”. Otro se atrevió a decir que “se producirá un acrecentamiento del poder adquisitivo de las poblaciones y una ampliación de la demanda de bienes y servicios”. Todo esto sin saber qué es lo que los presidentes habían conversado. Pero, bueno ellos hacían su trabajo, que no es analizar los temas, sino buscarles el lado más positivo para la imagen presidencial.

Pero faltaba un capítulo más en la serie “La liga”, cuando los salvadoreños interesados en el tema buscaron información sobre los acuerdos suscritos por el presidente en Costa Rica, se toparon con que Casa Presidencial había decidido que esa era información confidencial, con lo que parecía que no había manera de saber algo más; solo nos quedaba esperar el alud de beneficios que dicho viaje nos traería. Cuestión de confianza o de fe. Por desgracia, la opacidad en la gestión pública y la falta de respuesta por parte de los funcionarios se ha vuelto regla. Basta leer el final de una nota periodística que aborde algún tema incómodo para el gobierno, obligadamente aparecen expresiones como, “Se trató de contactar al ministro, “pero hasta el cierre de esta publicación no se obtuvo respuesta”.

Por suerte, en Costa Rica sí existe el acceso a la información pública, un derecho que caracteriza a los sistemas políticos realmente democráticos y respetuosos de la ley. El ciudadano costarricense Brandon Toruño pidió la información a su gobierno y se la dieron de inmediato. Solidario con los salvadoreños, puso la documentación a disposición de quien quiera verla. Resulta, que los documentos que el gobierno salvadoreño puso bajo siete llaves son: un acuerdo sobre transporte aéreo. Luego una serie de memorándums: de entendimiento para realizar acciones que se consideren necesarias para impulsar acciones en materia ambiental y energéticas, memorándum de entendimiento para potenciar el área de deporte y la actividad física, memorándum de entendimiento para el intercambio de experiencias que sirvan para mejorar los servicios y sostenibilidad de parque naturales y de turismo, memorándum sobre materia turística entre el Instituto Costarricense de Turismo y el Ministerio de Turismo de El Salvador para establecer alianzas estratégicas y compartir experiencias, memorándum de entendimiento entre el Ministerio de Cultura y Deporte de Costa Rica y el Ministerio de Cultura de El Salvador para el desarrollo e impulso de acciones conjuntas en materia cultural. El único tema que podría tener impacto inmediato es un memorándum sobre temas económicos que implicaría realizar “actividades de cooperación encaminadas al fortalecimiento del desarrollo e implementación de herramientas de políticas en sus ramas de economía”.

Nada extraordinario, mucho menos algo que anuncie un “un acrecentamiento del poder adquisitivo de las poblaciones” como decía el sociólogo de marras. ¿Por qué el gobierno salvadoreño escondió esa información? Dice el dicho que la costumbre hace ley. En realidad, esa medida responde a una práctica ya arraigada en los últimos seis años y que apunta a la población asuma que no tiene sentido pedir ningún tipo información sobre el actuar de los funcionarios públicos. Se pone bajo reserva información intrascendente del mismo modo que aquella realmente importante. Si no me dan una, tampoco me darán otra. ¿Para qué pedir entonces?

De ese modo toma forma otra contradicción: un gobierno que invierte millonadas en publicidad, propaganda y comunicaciones, utilizando todos los medios disponibles; los tradicionales: radio, televisión y prensa, y sus preferidos: las plataformas de redes sociales. Además, es vox populi que tiene un ejército de troles, influencers y opinadores a su servicio. Estamos sobre saturados de información sesgada, buena parte de la cual es falsa. Aparentemente es un gobierno que comunica y lo hace bien. La verdad es que no comunica, sino que distorsiona la realidad a su favor. No hay comunicación efectiva, entendida como el ir y venir de ideas entre dos partes. Por el contrario, se impone el flujo en una sola vía que se convierte en monólogo. Y no hay nada más árido y comunicacionalmente contraproducente que los monólogos. Obviamente, hay excepciones. Pocas piezas literarias conmueven tanto como el famoso monólogo de Hamlet; “Ser o no ser, esa es la cuestión”. Esa frase magistral abre mil posibilidades de comunicación y reflexión; encierra prácticamente todas las realidades humanas. Pero genios como William Shakespeare son escasos. Por el contrario, los charlatanes abundan.

Historiador, Universidad de El Salvador

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