Los "salarios mínimos" dañan a la gente pobre, a personas mayores y discapacitados, pues son como las barreras en eventos de toda naturaleza, salto de garrochas, competencias de obstáculos, ha señalado Javier Milei, el presidente argentino que está poco a poco desmantelando las absurdas regulaciones impuestas por los peronistas.
"Si hay personas dispuestas a trabajar por menos, no las podés contratar", señaló, anticipando por la misma necesidad "los salarios mínimos dejarán de existir".
Según informa el periódico El País, de España, el gobierno de Javier Milei considera que fijar una remuneración mínima por ley es un error porque entorpece el libre funcionamiento del mercado laboral. Y no es que se vaya contra la justicia laboral ni permitir abusos, sino que hay que ver realidades. En estos precisos momentos en que hay tanta pobreza y desempleo a causa de las continuadas ocurrencias del régimen en El Salvador, mucha gente —y especialmente mujeres— está literalmente dispuesta a trabajar por menos.
Cuando el asesinado expresidente de EEUU, John Kennedy, lanzó la iniciativa de Alianza para el Progreso, el sumiso régimen de entonces en nuestro país impuso salarios mínimos para aprendices y de golpe acabó con casi todo el aprendizaje, como los salarios impuestos a trabajadores de toda clase revirtió pues muchos que no lograban la productividad requerida fueron despedidos.
En Estados Unidos son más que frecuentes las exigencias para subir exageradamente salarios base, o mínimos, lo que en muchos casos tienen el efecto contrario: mucha gente pierde el empleo.
En nuestro país, como lo hemos mencionado muchas veces, la OIT, un organismo pagado por los sindicatos estadounidenses, persigue el aprendizaje, lo que para muchos es perseguir la competencia del Segundo Mundo, llegándose al extremo, como lo hemos mencionado ya, de que un artesano no puede tomar como aprendiz al hijo de su amigo pues eso "viola la ley".
Milei está más que claro en las consecuencias de leyes y regulaciones "muy bien intencionadas por quienes no entienden las nefastas consecuencias de las mismas", lo que lleva a regímenes populistas a subir salarios o exigir el pago de seguro y etcétera como una manera de continuar engañando a las masas, en su mayoría no pensantes que como corderitos van detrás de los traficantes de ilusiones.
Pero llega el momento en que esos artificiales tinglados comienzan a desmoronarse, sobre todo cuando la codicia extrema del "traficante de ilusiones" amenaza mortalmente el bienestar físico de la población, como es precisamente la idea de re-introducir la minería aunque con ello se envenene al agua que todos en esta tierra bebemos.
Unos se benefician del jolgorio; otros sufren las consecuencias
En nuestro suelo se acepta sumisamente lo que los de la OIT andan predicando, pero en otros países simplemente les han hecho ver que las condiciones sociales y económicas no permiten tal clase de medidas.
Hay un caso que movería a risa de no ser tan obviamente malvado: un grupo de administradores, para ponerles nombre, de una ciudad está elevando los impuestos locales para inflar sus jubilaciones, lo que ha causado un repudio general pero sin lograr, hasta el momento, revertir la sinvergüenzada.
Hay países donde las burocracias estatales siguen el libreto populista clásico: altos impuestos, protección de monopolios, altos gravámenes a la importación (lo que llevo a Ludwig con Mises, el más destacado economista del siglo XX, a decir que equivalía a impedir la entrada de riqueza... ) ¿Quiénes pagan las consecuencias?
La gente pobre, pues esas leyes benefician a unos pero perjudican gravemente a muchos otros, como en esta tierra...