Un nostálgico cantar volvió a escucharse sobre los extensos campos del eterno verdor. Corría en la comarca la leyenda de un fantasmal espantapájaros que cantaba al viento su imposible amor. Porque entonces ya existían amores imposibles y paraísos perdidos del deseo. Aunque no pueden existir sueños sin paraíso, para los espantadores del camino sí había paraísos y sueños que cumplir. Por ello la canción del espantapájaros fantasma hablaba sobre su inspirador anhelo. A pesar, como dije antes, que todo idilio hermoso y feliz necesita de un edén y un corazón en donde volverse realidad. Se puede decir que –tanto humanos como las imágenes de palma—tienen deseos enterrados en su alma sin poder vivir. Y Alma era precisamente el nombre de la hermosa aldeana que había hechizado al pelele de broza. La sentimental copla decía a la letra: “Un paraíso tuve yo que al amanecer se esfumó en el aire. Por cada sueño perdí un paraíso. Por cada lágrima una flor. Por cosas del amor vuelvo a perder el imposible. Vuelve a librar de nuevo la batalla mi eterna ilusión. Por cosas del amor vuelvo a perder edén. Si en los incendios de abril arde mi anhelo, un nuevo cielo habrá de amanecer. Por cosas de la suerte vuelvo a perderte, amada ilusión. Por cada sueño de amor un paraíso; por cada rayo de sol que despertó.” Nadie llegó a saber el amoroso misterio de la mágica aparición de los maizales que -al igual que cualquier desdeñado amante- también sufría el desengaño de sus ilusiones perdidas, ante el vendaval de su adverso destino. (XI) De: “La Vida es Cuento” © C. Balaguer
El sueño sin paraíso
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