Rafael Antonio Gómez Escoto es doctor en física y actualmente funge como director de la Escuela de Física de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas, de la Universidad de El Salvador (UES). Su trayectoria lo ubica como uno de los profesionales más especializados en minerales del país y sostiene que la minería es indispensable para el desarrollo humano, pero es necesario un manejo responsable de esta práctica.
"En la vida cotidiana necesitamos minerales, preciosos y pesados para diferentes usos, en nuestros teléfonos andamos todo tipo de metales raros, el mundo actual requiere la extracción de esos materiales para la vida normal", comenta el especialista.
Según Gómez Escoto, El Salvador cuenta con más de 200 años de explotación minera hasta la prohibición de 2017, pero de manera artesanal y con las exploraciones que se desarrollaron en el departamento de Cabañas.
Comenta que hace falta mucho acceso a información que determine qué tipo de minería se va a utilizar, aunque sostiene que todo depende de los estudios y lo que genere menos costos económicos para las empresas extractivas.
"Las dos formas son por medio de minas a cielo abierto, lo que implica una deforestación de amplias áreas de territorio y la apertura de fosas para extraer la brosa, que es la roca de la cual se ha identificado que existe el mineral valioso, por ejemplo el oro. La otra es por medio de túneles, se hacen grandes perforaciones en la tierra y se viaja varios metros para extraer los minerales", y agrega que en el caso del país el mineral se encuentra diluido en la roca y probablemente a una menor profundidad.
Para el físico, en el proceso de extracción del oro y la plata, son determinantes para la realidad salvadoreña el uso del agua; con esto se tendría un impacto ambiental importante. En la práctica, luego de extraer las rocas, estas se reducen al mínimo tamaño y luego se emplean grandes cantidades de agua.
"El elemento determinante es que los minerales valiosos no son solubles en agua, por lo tanto, para explotar el oro y la plata se necesita de otros químicos que solubilizan el oro; se puede utilizar cianuro y arsénico, es lo que tradicionalmente aplican las industrias mineras para la separación de la roca y que el agua lo arrastre quitando el químico", agrega, recordando que el 95% de los cuerpos de agua del país se encuentran contaminados, con lo cual "pasaremos de un estrés hídrico a una seria crisis de agua".
Para Gómez no hay una industria minera que sea amigable con el medio ambiente o completamente verde en el sentido que no contamine. Sostiene que siempre hay costos: "el problema es que esos procesos de contaminación de la biota (conjunto de organismos vivos que viven en una región) y la fauna no se registran, la empresa lo que contabiliza son sus costos de operación, no pagan agua y si ahora los están eximiendo de impuestos, pues no los van a pagar, ellos no pagan el daño ambiental".
Sostiene que es necesario evaluar si la producción minera puede compensar el daño ecológico, ya que si se van a gastar millones de dólares en operar una mina y más dinero en extracción, se tiene que pagar el doble de eso para resarcir daños ambientales y ecológicos. Así, el especialista no ve un balance tan favorable, en contrapunto con la versión presidencial, que dice que las ganancias de esta actividad servirían para invertir en áreas ecológicas.
"En 200 años de explotación minera en El Salvador, las comunidades siguen siendo pobres, nunca se vio que esas comunidades mejoraran su nivel de vida. Pueden dar trabajo y se pueden captar fondos, pero es una proporción mínima a la cantidad de beneficios que la empresa piensa extraer del suelo", finaliza.
La función de la academia es educar sobre el tema
En una oficina de la facultad de Ciencias Agronómicas de la UES, unos estantes metálicos resguardan una serie de rocas producto de diversos estudios. Todos estos minerales son conocidos por el doctor en Ciencias de la Tierra, Miguel Ángel Hernández, quien coordina la carrera de Ingeniería Geológica y desde la que aporta una visión particular sobre el tema de la minería, procurando desmarcar a la academia en determinar si la práctica sería buena o mala, pues aclara que "esa no es la función de la universidad", sino aportar conocimiento científico.
Explica que la presencia de minerales valiosos en la zona de Cabañas se remonta a unos 10 o 15 millones de años, donde un levantamiento tectónico de la corteza superficial provocó una determinada exposición a niveles cercanos a la superficie de material que podría explotarse, pero sostiene que la zona solo es parte de una línea continental con riqueza.
"Es una franja de la corteza que no solo podría tener oro, sino ser polimetálico, pero se necesita mucha información para poder determinar o cuantificar qué concentración y qué tipo de materiales contiene", comenta.
Según el profesional, hay una serie de antecedentes de explotación minera en el país de alrededor de hace 200 años, luego se detuvo en su momento porque se generó conciencia de los daños que podría provocar, además del litigio internacional.
"Ese alto en la exploración debe entenderse por sus consecuencias, debemos saber que toda actividad humana contamina, incluso las actividades que hacemos en nuestras casas tienen consecuencias para el medio ambiente, pero ya una explotación del material de la corteza provoca un daño irreparable", comenta.
El doctor también hace referencia a la minería que tiene como objetivo la extracción de roca que sirve para la construcción, que implica minerales, pero hace una división por el tipo de recursos utilizados para la extracción.
Para el caso de los países latinoamericanos, la cercanía con la superficie determina el tipo de explotación, pero "en el caso de nosotros (en El Salvador) se desconoce cuáles serían las medidas que se implementan o se piensan aplicar, es un problema el poco acceso a la información, dependiendo el yacimiento así será la propuesta", además agrega que "me gustaría tener un estudio previo para poder determinar los desechos y los recursos utilizados por la actividad minera para el caso salvadoreño".
Añade que toda empresa de este tipo debe tener activo un plan de mitigación de los daños posterior al abandono de la mina o cantera y, en ese sentido, las medidas deben corresponder al nivel de daño provocado en el terreno, "eso ya es una legislación que debe ser comandada por el Ministerio de Medio Ambiente", recomienda.
El experto reflexiona que la experiencia minera en el país es poca y a nivel general se debe investigar más para acompañar procesos, "no tanto convencer si 'esto es bueno o malo', sino aportar a cualquier situación donde se demande conocimiento científico que acompañe la decisión si se explota o no".