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Reflexión para el Día Nacional de la Biblia

Desde que Gutenberg la imprimió por primera vez se ha convertido en el libro más impreso de la civilización humana. Se estima que solo en los últimos cincuenta años se han vendido un estimado de 3,900 millones de ejemplares. En los tiempos caóticos que vivimos, la Biblia sigue siendo pertinente.

Por Mario Vega

El segundo domingo de diciembre ha sido declarado Día Nacional de la Biblia. Así fue decretado por la Asamblea Legislativa, en 2002, mediante un dictamen que tiene como propósito estimular su lectura y estudio. Al hablar de la Biblia es importante comprender que es una palabra que se deriva del griego «biblia», que significa libros. Hasta donde se sabe, el uso más antiguo de la expresión se encuentra en la Segunda carta de Clemente, de alrededor del año 150, que afirma: «Los libros (ta biblia) y los apóstoles declaran que la iglesia… ha existido desde el principio». La palabra griega «biblia» pasó al latín y, después, al español ya en singular, para referirse a la colección de escritos judeocristianos reconocidos como inspirados. Paradójicamente, la palabra Biblia no aparece dentro de ella, sino que usa en su lugar el término «Escrituras».

La Biblia se divide en dos grandes partes: el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento contiene los libros de Moisés o Ley, los profetas y los escritos. A esta colección muchos le llaman la Biblia Hebrea. Esta fue la «Biblia» que usó Jesús, los apóstoles y otros predicadores del evangelio en los primeros días del cristianismo. Usar el Antiguo Testamento concedía autoridad a la enseñanza del evangelio y, así, los primeros cristianos comenzaron a ver como propios los escritos del Antiguo Testamento.

Los primeros libros del Nuevo Testamento que se escribieron fueron las cartas de Pablo, las cuales, fueron escritas entre el 48 y el 60 de nuestra era. Es decir, antes de que se escribiera el primero de los evangelios, que pertenecen a las décadas 60 a 100. Pablo ni imaginó que sus cartas llegarían a convertirse en Escrituras. Él escribió en reacción a las condiciones que su trabajo misionero enfrentó. Pero sus contenidos eran tan inspiradores que comenzaron a circular entre las diversas comunidades cristianas. De esa manera, se fueron preservando. 

Los evangelios fueron escritos para grupos particulares de creyentes quienes los conservaron de manera independiente. Pero a comienzos del siglo II, se juntaron y comenzaron a circular como un registro que constaba de cuatro partes. Cuando eso sucedió, al evangelio de Lucas se le separó de su segunda parte, que se convirtió en un libro con carrera separada e importante por sí solo. Hoy en día se le conoce como los Hechos de los Apóstoles.

A las cartas originales de Pablo se le añadieron otras que se le atribuyeron. La colección no fue ordenada en orden cronológico sino en orden descendente de acuerdo con su longitud. Las más largas van primero y las más cortas después. El libro de los Hechos de los Apóstoles fue colocado como eslabón natural entre los evangelios y las cartas de Pablo. Luego se añadieron otros escritos que se atribuían a otros apóstoles y se remató con el libro de Apocalipsis. Mientras que la redacción de los libros del Antiguo Testamento comprendió un período de más de mil años, los libros del Nuevo Testamento se escribieron en cosa de unos cien años.

A los primeros cristianos no les tomó mucho tiempo colocar las nuevas Escrituras evangélicas junto a la ley y los profetas para formar el cuerpo que hoy conocemos como Biblia y usarla para la propagación y defensa del evangelio y para el culto cristiano. A mediados del siglo II, Justino Mártir, en su obra «Apología», ya describía la manera en que los cristianos leían en sus reuniones «las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas». 

Fue natural que cuando el cristianismo se esparció entre personas que hablaban otras lenguas, la Biblia fuera traducida del griego a esas lenguas para uso de los nuevos conversos. Para el 200 d. C. ya existían versiones latinas y siríacas de las Escrituras. Para el siglo siguiente apareció una versión copta. De esa manera, la distribución de la Biblia ya no se detuvo. Desde que Gutenberg la imprimió por primera vez se ha convertido en el libro más impreso de la civilización humana. Se estima que solo en los últimos cincuenta años se han vendido un estimado de 3,900 millones de ejemplares. En los tiempos caóticos que vivimos, la Biblia sigue siendo pertinente.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo La Biblia Opinión

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