Fidelia tamborileaba en la puerta de lámina. Le llevaba la cuota mensual del préstamo a su primo Anselmo, el buen samaritano que le había echado la mano cuando más lo necesitaba. ¡Dios bendiga a los parientes que prestan sin preguntar! Aquella deuda tenía nombre: el coyote. No uno de cuatro patas, sino el encargado de cruzar al único hijo de Fidelia, Venancio, a las tierras americanas, allá donde manáy leche fluyen en chorros y todos tienen oportunidad, aunque ni sepan decir “hello” como Dios manda.
Venancio, en sus años de juventud y vigor, no encontraba ni cómo hacer “tortillas” en su tierra, y las maras ya lo traían sofocado con la renta por pasar de un pasaje a otro para ver a su novia. Cansado de esas travesías, decidió que el norte sería su salvación. Su inglés, básico pero motivado por un par de canciones norteñas, le daba para un “hello” al entrar y un “good bye” al salir, y según él, con eso bastaba.
El coyote, mientras lo llevaba a pie, en bus y con escalas “turísticas” por tres países, se reía de sus historias. “Es que vos sí tenés valores, patojo”, decía entre risas. Y lo logró: tres meses después, Venancio estaba en Los Ángeles, ileso y orgulloso, llamando a su madre. “¡Mamá, ya llegué, no se preocupe, ya estoy con mis tíos!”, gritaba emocionado por el celular. Fidelia lloraba de alivio mientras trapeaba el piso de cerámica de la casa donde trabajaba en Antiguo Cuscatlán.
“Ya trabaja mi hijo,” decía a sus compañeras, la que planchaba y la que cocinaba; entre lágrimas de orgullo y cansancio. Pero un día, Venancio fue al grano: “Mother, vaya buscando un terreno y un par de terneritos. Cuando sepa cuánto cuestan, me avisa”. Fidelia, más precavida que emocionada, replicó: “Hijo, primero mandame lo que le debo a tu tío Anselmo”. Pero Venancio era terco: “Eso después, mom, ¡haga lo que le digo!”.
Con la prudencia que da la experiencia, Fidelia consultó con Anselmo. “¡No seas babosa! ¿Vas a dejar tu trabajo por criar vacas? Mejor pensá en vos, que ya estás vieja”, le aconsejó. Fidelia decidió que los terneros podían esperar.
Un año después, Fidelia marcó el número de su hijo. Esta vez con un tono de urgencia: “Venancio, ya pagué lo del coyote, pero necesito que me mandés ese dinero… ¡a veces no tengo ni para comer!”. Venancio le respondió: “No, mom. Lo que quiero es que se compre un carrito. Aprenda a manejar y me avisa, para enviarle el pisto”.
“¿Un carro? ¡Si apenas manejo la escoba y los guacales!” protestó Fidelia. Anselmo, que no se quedaba atrás, le añadió: “Mejor ahorrá para tu vejez, que tu hijo no te va a mantener”.
El tiempo pasó y las llamadas de Venancio se hicieron escasas. Cuando por fin logró hablar con él, Fidelia, emocionada, preguntó: “¿Hijo, ya vas a mandarme lo que le pagué a tu tío?”. La respuesta la dejó fría: “Look, mom, me casé con una gringuita y estoy legal. Ya tengo papeles. Lo del dinero… pues ahorita no se puede porque vamos a comprar apartamento. Bye”.
Dos meses después, Fidelia recibió una carta. En el sobre venían dos fotos. Allí estaba Venancio, vestido de frac, más elegante que nunca, y a su lado una rubia rellenita con sonrisa de oreja a oreja. “¡Mirá, Anselmo, se casó mi Venancio!”, exclamó emocionada mientras le mostraba las fotos.
Anselmo, con su humor ácido, le respondió: “Vaya, prima, pues hoy ya sabés qué hacer cuando tengas hambre: sacá estas fotos y llenate con ellas”.
Un neurocientífico, al leer esta anécdota, basada en un hecho real, podría plantear las siguientes conclusiones: 1. La toma de decisiones emocionales vs. racionales: Fidelia y Venancio toman decisiones claramente influenciadas por factores emocionales y sociales más que por un análisis lógico o racional. El sistema límbico, especialmente la amígdala, juega un papel crucial en estas decisiones emocionales, mientras que el córtex prefrontal, encargado del pensamiento racional y la planificación a largo plazo, parece haber sido poco consultado. 2.
El optimismo iluso y la dopamina: Venancio parece actuar bajo un sesgo de optimismo, una tendencia que el cerebro tiene para sobreestimar las probabilidades de éxito y subestimar los riesgos. Este optimismo podría estar relacionado con la actividad de la dopamina, un neurotransmisor asociado con la anticipación de recompensas. La idea de enviar dinero para proyectos como el terreno y las terneras podría ser vista como una estrategia impulsada por el sistema de recompensa del cerebro.
3. La influencia de los entornos culturales y sociales: El contexto cultural y social podría estar modulando el comportamiento y las prioridades del cerebro. La presión social para emigrar, enviar dinero y “triunfar” en el extranjero activa circuitos cerebrales relacionados con la necesidad de pertenencia y la percepción del éxito según normas culturales.
4. El conflicto intergeneracional y la maduración cerebral: La discrepancia entre los deseos de Venancio y las preocupaciones de Fidelia podría atribuirse a la diferencia en el desarrollo cerebral. La corteza prefrontal de Fidelia, que está completamente desarrollada, parece enfocarse en la estabilidad y la seguridad, mientras que Venancio, aún en sus años más jóvenes, muestra comportamientos impulsivos e idealistas típicos de una corteza prefrontal menos desarrollada.
5. El lenguaje como indicador del cambio cerebral: El uso mezclado de inglés y español por Venancio es un ejemplo de cómo el cerebro bilingüe reorganiza sus redes neuronales para adaptarse a nuevas demandas lingüísticas. También se puede analizar el impacto del estrés migratorio en el aprendizaje de un segundo idioma.
6. El apego materno y las redes sociales del cerebro: La devoción de Fidelia hacia su hijo, incluso cuando él parece priorizar sus propios intereses, resalta el poder del apego. Un neurocientífico podría hablar sobre las neuronas espejo y cómo estas fortalecen los lazos familiares, incluso cuando las acciones del otro no corresponden a las expectativas.
En general, un neurocientífico probablemente comentaría que la historia es un reflejo perfecto de cómo nuestras decisiones no solo son moldeadas por circuitos cerebrales individuales, sino también por un contexto social y cultural que activa ciertas respuestas emocionales, a veces en detrimento de la lógica y la planificación a largo plazo. ¡Hasta el siguiente!
Médica, Nutrióloga y Abogada