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Carta a los trabajadores de salud y educación: ¿Cómo defenderse bajo una dictadura?

“Veinte trabajadores del Ministerio de Salud subieron a un bus en Sonsonate para ir a protestar contra el recorte presupuestario a Salud para el año 2025. Nunca llegaron a la marcha: tres retenes policiales los detuvieron. Cuatro días después, todos los pasajeros del bus fueron despedidos. Un abogado del Minsal les notificó verbalmente que sus plazas habían sido suprimidas” (El Faro, 22 de noviembre de 2024)

Por Paolo Luers
Periodista
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Estimados amigos:

Cuando leí esta noticia tomé conciencia de lo grave de la situación que estamos viviendo. Por más de 200 años, los obreros, primero de los países industrializados, luego del mundo, han contestado este tipo de ataques con huelgas. La solidaridad siempre ha sido el principio fundamental de los sindicatos.

¿Por qué los médicos, las enfermeras y los maestros no han contestado con medidas de fuerza, con huelgas, los múltiples despidos que tienen razones políticas muy claras: debilitar y domesticar a los sindicatos? Todas las condiciones objetivas están dadas: Los trabajadores de educación y salud tiene larga trayectoria de organización y lucha; sus sindicatos son fuertes; el gobierno toma medidas en contra de los intereses de los trabajadores; están agotados los intentos de diálogo y negociación para resolver los problemas; y además de todo esto, las medidas del gobierno afectan gravemente a la población. Son las condiciones clásicas para hacer uso de la huelga.

Los dirigentes de los sindicatos han protestado, algunos han llamado a participar en la segunda marcha blanca, pero, a pesar de la total intransigencia del gobierno, los sindicatos no han hecho uso de su arma principal. Tanto los maestros como los trabajadores de salud, una vez se ponen de acuerdo los diferentes sindicatos, serían perfectamente capaces de paralizar el funcionamiento normal de las escuelas y de los hospitales. Y los médicos y enfermeras son capaces de hacer esto sin privar a la población de la atención mínima y de emergencia.

La única explicación para el hecho que el gobierno puede salirse con la suya, imponer a los sistemas de salud y la educación recortes drásticos de presupuesto y además reprimir con despidos cualquier resistencia, es que en nuestro país ya reina un régimen de miedo que paraliza a todos, incluso a las organizaciones sindicales. Este tipo de miedo sólo reina en una dictadura. Este tipo de miedo cumple su propósito, cuando la gente está clara que ofrecer resistencia les puede costar no sólo su trabajo y sustento, sino la libertad. La amenaza latente del régimen permanente de excepción tiene efecto sobre cualquiera que piensa participar en una marcha, ni hablar una huelga.

Que nadie entienda que digo esto para criticar a los trabajadores y sus sindicatos. Tienen toda la razón de estar cautos. No necesitamos héroes, mucho menos mártires. Quién soy yo para criticar a alguien por no exponerse a amenazas tan reales de un régimen que está dispuesto a todo para imponer su voluntad –y sus intereses.

La crítica va contra quienes administran este régimen de miedo -desde el responsable principal en Casa Presidencia, pasando por sus ministros, diputados y magistrados, hasta llegar a fiscales, jueces y oficiales de la PNC y de la Fuerza Armada, que son cómplices, unos por acción y otros por omisión. Cuando de Derechos Humanos se trata, la omisión de los funcionarios -o sea, no hacer lo que la Constitución les demanda- los vuelve tan culpables como los actores directos.

Tiene que asentarse en nuestra conciencia que estamos viviendo en una dictadura, en la cual los sindicatos ya no pueden cumplir su razón de ser, que es defender con todas las medidas legales a los trabajadores. Si cada sindicalista sabe que cumplir su deber le puede costar su trabajo, su libertad e incluso su vida, estamos en dictadura. Punto.

Lo que enfrentan hoy en día los sindicatos es una dictadura pura y dura, que está mostrando sus dientes cada vez que encuentra resistencia.

Una vez que todos hayamos entendido que esta es nuestra situación, hablemos de cómo podemos enfrentarla.

Saludos,

Paolo Lüers

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