En el lenguaje de las discusiones políticas en este país se suelen mal utilizar términos como neoliberalismo, progresismo, fascismo, socialismo, etc. Esto no solo ensucia y afecta la calidad de los debates políticos, también levanta un velo sobre la realidad de las transformaciones políticas del país y del mundo. Es por ello indispensable sanear nuestros discursos y empoderarnos en la responsabilidad de comunicar.
La política y la economía no pueden entenderse por separado, son una simbiosis que moldea en gran medida nuestra realidad. Y en este momento estamos en una etapa donde ambas están cambiando a pasos agigantados. Es indispensable definir dichos cambios, a la vez que nos deshagamos de términos que no aportan nada. En esta oportunidad el neoliberalismo.
En la teoría política existe un término llamado "significante vacío", este refiere a una palabra que puede ser interpretada de múltiples maneras según el contexto, que falla en explicar o definir algo, y en último término se ocupa para definir identidades políticas opuestas a dicho significante.
No existe mejor definición para el neoliberalismo, probablemente la más famosa palabra en las discusiones económicas de las últimas 3 décadas y que desde el principio su existencia es inútil y entorpecedora de las críticas que se le quieren hacer al sistema.
La palabra "neoliberalismo" fue popularizada en la década de los años 30 del siglo XX por figuras como el estadounidense Walter Lippmann, el cual pregonaba una vuelta a las ideas liberales del siglo XIX en oposición a los modelos económicos keynesianos que reinaban en el capitalismo de la época.
En la década de los 80 cuando el capitalismo estadounidense digirió la crisis del shock del petróleo e inició una serie de reformas de la mano del presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, y la primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, el término resurgió para intentar describir las reformas que vinieron bajo el cobijo de las ideas del monetarismo, la desregulación, la deslocalización de la industria, y la globalización.
Aunque tuvieran puntos en común con el liberalismo clásico, las reformas distaban mucho de parecerse a una vuelta al mismo como planteó Lippmann.
El significado de la palabra se perdió. El neoliberalismo pasó a ser un sinónimo de la nueva etapa del capitalismo. Desde entonces se ha ocupado para denunciar los modelos que el sistema capitalista ha tomado, especialmente en la región latinoamericana.
Para el caso de El Salvador, ni siquiera se llegaron a aplicar las reformas correctamente, pues solo se dolarizó, se redujo parte del Estado, se privatizaron grandes empresas públicas y se tercerizó la economía, sin llegar realmente a tener un libre mercado. Un sistema fallido que en poco se parece a modelos como el chileno o el estadounidense.
Es por todos estos motivos que el neoliberalismo no tiene una validez real a nivel académico, ningún economista serio se autodenomina neoliberal, no es tampoco una escuela de pensamiento. Criticarlo es como luchar contra un fantasma. Y lo cierto es que nuevas configuraciones del capitalismo son ya una realidad como el intento libertario de Javier Milei en Argentina y el proteccionismo impulsado por Donald Trump en Estados Unidos, el neoliberalismo es ya obsoleto en su intento de describir al capitalismo.
Normalmente se ocupa al neoliberalismo para ejemplarizar a 2 derechas, la derecha angloamericana que impulsó las reformas para someter económicamente a sus socios, y a la derecha de los países socios que se dejaron someter.
Pero parece que se nos olvida que estas cosas pasaron hace 30 años. La nueva derecha del siglo XXI juega a otra cosa, el mapa político se desdibujó hace un tiempo, no hay ya una doctrina hegemónica, lo que columna a las nuevas derechas es la batalla cultural y la geopolítica. Y en lo que a modelo económico se refiere, cada uno se ha buscado su suerte, a la vez que la subordinación económica orbita ahora en la esfera comercial. La época del "neoliberalismo" ya terminó.
Lo más grave probablemente sea que esta confusión, que hace tiempo debió ser superada, siga vigente en los discursos de muchos divulgadores a nivel nacional e internacional. Seguir ocupándolo pervierte la crítica, la desestima, y es un obstáculo para sumarse a los debates vigentes.
En su lugar deberíamos utilizar términos como "Las reformas del consenso de Washington" o para el caso de nuestro país "Modelo de tercerización de la economía". Son quizás menos glamorosas, pero son más precisas. El fenómeno debe individualizarse, matizarse pues cada país lo vivió de formas diferentes. Así como el Modelo de Desarrollo Cepalino es llamado en El Salvador modelo ISI.
Mientras afuera se debate de globalismo, neo-nacionalismo, neo institucionalismo, de la teoría monetaria moderna, estatismo, etc. aquí seguimos anclados en los vicios de la posguerra. Basta ya. Debemos avanzar.