El Gobierno de Canadá anunció que está en "máxima alerta" ante el plan de Trump de llevar adelante la deportación "más grande de la historia", lo cual seguramente derivará, además de deportaciones masivas, en un éxodo principalmente hacia Canadá.
Trump reiteró que no importa lo que cueste deportar a millones de indocumentados, pues, según él, "no hay opción", pero a todas luces no piensa o no le quitan el sueño los perjuicios económicos que causará a su mismo país.
"Será como dispararse él mismo", describió Juan Carlos Cerda, director para Texas de la organización American Business Immigration Coalition, seguramente recordando los perjuicios que sufrió Florida con las reformas del gobernador DeSantis que mermaron la mano de obra en la construcción, por ejemplo.
El American Immigration Council (Consejo Americano de Inmigración), una empresa de investigación y política sobre derechos de los inmigrantes, calcula que deportar siquiera a un millón de inmigrantes indocumentados al año costaría más de 88,000 millones de dólares anuales, lo que supone un total de 967,900 millones de dólares en más de diez años.
Trump ya nombró un "zar fronterizo" para ocuparse de esos menesteres, entre ellos "sellar" la frontera y expulsar a quienes estén sin documentos en ese territorio, es decir, ir cerrando el cerco.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, ya adelantó que la deportación masiva comenzará con los inmigrantes que hayan cometido delito, pero esto no significa que no se lance luego una "cacería" inhumana e indiscriminada, como al inicio de la primera administración trumpista, en la que deportaron hasta a ciudadanos.
Es cierto que entre los inmigrantes que quieren entrar a los Estados Unidos hay muchos delincuentes, incluyendo a pandilleros como el Crook --el cabecilla de la MS-13 que se dice que fue ayudado por altos funcionarios salvadoreños a escapar y está próximo a ir a juicio en Nueva York--, pero la mayoría huye del hambre y la falta de oportunidades, como los venezolanos y de otros países integrantes de lo que el ALBA chavista.
Para ellos hay varias realidades, algunas muy crudas: Panamá ha cerrado el cruce por el Darién, que a las graves dificultades se suman las exigencias de las bandas delincuenciales o tribus autóctonas, que exigen pago por peajes. A ello se suman las restricciones que cada país centroamericano impone para evitar el paso por sus fronteras y que son especialmente duras en la frontera que separa a Guatemala de México, un río muy peligroso.
Hace muy poco una guatemalteca que iba hacia el Norte con un par de niños relata que fueron interceptadas por un grupo armado, con sus rostros cubiertos con "pasamontañas" que los obligaron a subirse a un camión y los tuvieron luego en un lugar de donde no saldrían hasta que pagaran un rescate. La infortunada familia les dio todo el dinero que tenían, pero luego, ante el temor de lo que podría sucederles más adelante, desistieron de continuar, por lo que se quedaron en un refugio que encontraron, donde la están pasando hasta que puedan volver.
Canadá ahora tiene pocas opciones
Ese país enfrenta ahora un crecimiento demográfico alto, con mucha necesidad de empleo y vivienda, precisamente por la llegada masiva de inmigrantes en los últimos años
Para muchos inmigrantes irregulares, Canadá se vuelve una opción inmediata, pero el problema es que este país ahora tiene menos posibilidades de recibirlos, a diferencia de cómo lo hizo entre 2017 y 2022.
Ese país enfrenta ahora un crecimiento demográfico alto, con mucha necesidad de empleo y vivienda, precisamente por la llegada masiva de inmigrantes en los últimos años, por lo cual ha emitido leyes para restringir más ingresos.
El futuro es incierto para los inmigrantes, quienes están entre la espada y la pared, pero lo que es seguro es que por nada del mundo quisieran regresar al hambre, los abusos y las necesidades en sus países de origen.