El día que escribo esta carta es el 11 de noviembre. Siempre será, para mí, remembrance day. Se celebra en todo el mundo. Día de recuerdo. Tiene un especial sentido para quienes han estado peleando en una guerra. Para ellos, se trata de recordar a sus camaradas caídos. La fecha se deriva del 11 de noviembre del año 1919, cuando a las 11 horas entró en vigencia el cese al fuego que dio fin a la Primera Guerra Mundial. 40 millones de civiles y militares habían muerto.
Para otros, es el Día de Veteranos. Pero para mí, siempre será el día para honrar a los caídos. A todos.
Lo celebro desde el 11 de noviembre del año 2000. Mi amigo, el fotógrafo Raúl Otero, veterano de la Guerra de Vietnam, había organizado que en La Ventana nos reuniéramos varios veteranos: un exoficial de la Fuerza Armada; dos exmiembros de Fuerzas Especiales británicas, desplegados en El Salvador para revisar el trabajo de desactivar las minas que dejó la guerra civil; mi amigo David Evans, exmarine, que perdió sus dos piernas en Vietnam y luego se convirtió en especialista de prótesis y viajo por el mundo para poner piernas o brazos a lisiados de guerra: en Vietnam, en El Salvador, en África, y un exguerrillero...
Nos sentamos en una de las mesas de La Ventana, alrededor de una botella de whisky. Uno se levantó, dijo el nombre de un camarada caído -y un par de palabras en su honor. Todos se pusieron de pie, levantaron y vaciaron sus copas. Le tocó al siguiente. Varias rondas, cado uno invocando la imagen de sus caídos. Los dos militares británicos cantaron el song Last Post: “Come home! Come home! The last post is sounding for you. ¡A casa! ¡A casa! Tu última orden te llama...”. Silencio en todas las mesas de La Ventana. Algunos parroquianos se pusieron de pie...
Yo conté la historia de Jimmy, originario de Río Seco en Morazán, a quien le mataron a varios familiares, así que se hizo guerrillero y terminó como jefe de pelotón de las Fuerzas Especiales de la Brigada Rafael Arce Zablah (BRAZ); también la historia de Cirilo, comandante de la BRAZ en Occidente, quien se montó en un bus para ir a San Salvador a una reunión de planificación de la ofensiva de noviembre 1989. Fueron parados en un retén, en el cual los soldados estaban acompañados de un desertor de la unidad de Cirilo. Trataron de capturarlo, no se rindió, sacó su pistola y murió acribillado.
David contó sobre el camarada que se quedó con él cuando estaba malherido y recibió un balazo fatal poco antes de que viniera el helicóptero de rescate. Raúl contó de su mejor amigo, quien en sus últimos minutos le contó sobre el amor a su novia. El oficial salvadoreño contó la historia de su radista, a quien eliminó un francotirador en la orilla de río Torola. Los dos británicos -uno escocés, el otro inglés-, hablaron de The Troubles, el conflicto en Irlanda del Norte, donde fueron mandados para aplastar la rebelión de los republicanos irlandeses. Cuando le tocó a Paul, no contó sobre ningún camarada caído, sino de los últimos segundos de un muchacho irlandés, quien se enfrentó a él y su tanqueta con una pistola. “Le vi en los ojos. Lo maté. Fue el tipo más valiente que he encontrado en la vida. ¡Que viva young Paddy!”.
Después, quedamos toda la noche sentados alrededor de esta mesa, hablando de la mierda que es la guerra. Yo dije: “Hoy es otro aniversario. Hoy hace 11 años murieron cientos de guerrilleros y soldados, cuando comenzó la ofensiva de noviembre 1989”. Otra vez, todos nos levantamos y nos echamos otro trago. Luego otros para los padres jesuitas. Ya se pueden imaginar cómo llegué a la casa: borracho -y muy reflexivo...
Desde entonces, cada 11 de noviembre, aunque esté solo, me echo un trago en honor de los muertos en combate. Tengo muchos. Y siempre cuando estoy con otros excompañeros, hablamos de ellos, los muertos, aunque no sea el 11 de noviembre.
En El Salvador no existe el remembrance day. Debería existir. Sobre todo ahora, cuando el gobierno trata de enlodar o borrar todo la memoria a la guerra. Los exsoldados y los exguerrilleros, juntos, deberían organizar su Día de Recuerdo -en el pleno centro de la capital, para honrar a sus muertos caídos en combate.
Nadie debe ser olvidado. Saludos…
Paolo Lüers