El jueves 7 de noviembre pasado, en Budapest, capital de Hungría, el primer ministro Viktor Orban atendía, como actual presidente del Consejo Europeo, a sus homólogos. Más de 50 delegaciones extranjeras con los 27 miembros de la Unión Europea, en el marco del Consejo Político Europeo, estaban reunidos para hacer un punto de situación de acción tanto interna como externa de la entidad europea.
Ha sido el presidente francés, Emmanuel Macron, quien finalmente resumió de manera ilustrativa el desafío que los europeos tienen que afrontar mientras Donald J. Trump ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. En un discurso comprensivo para todos, el dirigente francés comparó los europeos a unos “herbívoros” corriendo el riesgo de ser comidos por “los carnívoros”. A través de esta imagen que mandó a la prehistoria y a la desaparición de los dinosaurios, afirmaba que más que nunca, Europa tiene que cambiar su modo de vida, enfrentar las realidades tensionadas al nivel internacional y en su propio vecindario, volviendo a una reindustrialización propia tanto como en materia de defensa.
Armarse, ganar en “músculos” mientras la competencia internacional se hace siempre más fuerte. ¿Cómo conciliar conciencia social medioambiental cuando se pierde influencia comercial y la presión migratoria se hace aún más fuerte generando confusión política? Los europeos, en su gran mayoría, miran con aprehensión el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. “MAGA” no les parece ser aliado de una Unión Europea que está de vuelta a su propia responsabilidad histórica. ¿Cuál será? Un espacio que ha sido el primer comercial en el mundo, después de haber iniciado un ciclo de integración desde el Tratado de Roma de 1957 que debía afirmar la reconstrucción del continente. Salía de dos guerras mundiales, iniciadas en su suelo, por países europeos, provocando un desastre en 1945 reforzado por una bipolarización del mundo entre un Este soviético y un Oeste bajo la tutela de la potencia norteamericana. El plan Marshall, a partir de 1948, los procesos forzados de descolonización, la conciencia de nunca más tener guerras entre sí mismos, han favorecido un ciclo que permitió la creación de un espacio de libre comercio, ampliado a través de los años a 27 miembros, potencia económica con el objetivo de la prosperidad y bienestar.
El resultado 60 años después ofreció agregar los países de la Europa central y oriental, lograr la Reunificación Alemana, sobrepasar la crisis de la covid-19. Autosuficencia alimentaria ha sido un espacio industrializado. Pero esta construcción tiene unos “talones de Aquiles”: perteneciendo a la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Europa confió su protección al “paragua nuclear” norteamericano. Francia ha sido el único país miembro de la Unión en tener el potencial nuclear tanto militar como civil. En el ámbito europeo, Gran Bretaña es el segundo país. La industria de defensa existe, pero Europa se acostumbró a vivir en una especie de comodidad socio-económica que los últimos años han finalmente dañado.
La primera administración de Donald Trump se ilustró con tensiones en la alianza atlántica: la visión más contratista del mandatario estadounidense fue caracterizada por relaciones difíciles con la entonces canciller alemana Angela Merkel y la voluntad de los Estados Unidos en ver sus aliados europeos embestir con sus aparatos de defensa. Por cierto, Europa sigue siendo un espacio comercial importante pero un enano político.
De manera paradójica, se reforzaron sus instituciones: la Comisión, el órgano ejecutivo europeo, logró a través de los años, apoyarse sobre un parlamento supranacional cuyas leyes influyen los parlamentos nacionales. El euro fue implementado desde 2002. A pesar de todo, el malestar interno esta grande.
Los partidos euroscépticos crecen y en un mundo en el cual las dos potencias suelen ser los Estados Unidos y China, Europa corre el riesgo en ser propulsada en la periferia del mundo. La perspectiva de una negociación con Rusia sobre la guerra en Ucrania, “en 24 horas” tal como afirmó el entonces candidato republicano durante su campaña presidencial, aparece como la ilustración de una tendencia peligrosa para Europa: una mesa de negociación tripartita entre los Estados Unidos, Rusia y Ucrania, formalizando una paz forzada de la cual los europeos serían excluidos.
La ayuda financiera de la Unión es de igual nivel de la de los Estados Unidos, pero solo se ven los enlaces de fuerza, empezando con los equipos militares. La OTAN está en el centro de una realidad estratégica: graduación de apoyo de los Estados Unidos, reducción de ayuda a Ucrania, aumento de tarifas aduaneras con la Unión Europea, tantas posibilidades de relación tensa que volvieron y ponen tensos a los europeos. A nivel de la vecindad, el regreso de Donald Trump está percibido como una ventaja para Vladimir Putin mientras en países como Moldavia y Georgia está en tela de juicio a raíz de elecciones en pro y en contra de una relación más fuerte con Europa.
Al nivel global, MAGA significa una consolidación del mercado norteamericano guardando una influencia mundial, inversión tecnológica y en la inteligencia artificial y un brazo de hierro con China para enmarcar su expansión comercial mundial e influencia militar en el Pacífico. Esta tendencia significa separar a Rusia de China, a cuál precio para los europeos que corren el riesgo en ser retenidos en una periferia del mundo en el cual el duopolio dominante podría ser entre Washington y Beijing.
A esta realidad se agrega otra batalla, ideológica esta vez: los Estados Unidos sería el líder de un Occidente global, luchando contra el relativismo de sus valores catalogados de colonialistas y racistas, el “wokismo” y un “Sur global” que busca fomentar un sistema alternativista al que surgió del fin de la Segunda Guerra Mundial. Esta situación internacional anuncia un nuevo ordenamiento económico, comercial, cultural tanto como militar y tecnológico. Más que nunca, los europeos están puestos frente a sus responsabilidades históricas para decidir si quieren ser actores de la historia o solamente espectadores. En otras palabras, la batalla entre “herbívoros” y carnívoros que descubrió el presidente francés delante de los miembros de la Unión Europea el 7 de noviembre pasado. Más que nunca sonó la hora de la verdad para los europeos mientras Donald J. Trump vuelve a Casa Blanca.
Politólogo francés y especialista en temas internacionales.