Talismán estaba dejando la inocencia. Con el tiempo dejó de hablar con seres imaginarios, como lo era el mago del salón de baile, a quien encontraba cuando todos se iban de la estancia y ella quedaba a solas con la vida. Recuperando su cordura olvidó un instante sus lejanos y absurdos deseos. Dejó de andar distraída “como en el aire”. Las buenas consejas le decían que sólo las mariposas eran del viento y que las mismas duraban lo mismo que un espejismo. Por eso esperó algunos años para abrir el sobre que contenía el secreto de Azar, el encantador. El tiempo pareció detenerse en aquel mundo fugaz -y a la vez eterno- como es lo que no está escrito. Decidió irse en la caravana del circo errante, cuando éste volviera a la aldea. Al final de largos meses por fin regresaron los cirqueros. Entonces se fugó con ellos una alumbrada noche de estrellas. Trovador cantaba: “Quiso detener los días, la vida, su risa, las horas perdidas/ las flores de un día que no han de volver/ Queriendo el tiempo detener detuvo el sol de un nuevo día/ Queriendo amanecer la encontré/ cuando danzaba a la vida cual tímida aurora/ Su cabellera florecida de nardos y estrellas/ y el deseo en sus ojos/ ¿Dónde irán, dónde andarán sus sueños?/ ¿Dónde al volar gaviotas sin final?/ Qué se alejan y regresan en sus ojos…./ ¿Dónde andará el amor?” (Del cuento de “Talismán” de C.B.)
Queriendo el tiempo detener
.