En el escenario político de las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos han enfocado sus plataformas de migración en una sola narrativa: la seguridad fronteriza. Ambos partidos han centrado su discurso en fortalecer el muro, en detener los flujos migratorios y en implementar medidas restrictivas para frenar la entrada de migrantes al país. Sin embargo, ninguno de los candidatos ha mostrado un compromiso real por reconocer y valorar el papel crucial de la mano de obra migrante en la economía estadounidense.
Resulta alarmante que ambos partidos mantengan una visión de la migración únicamente desde una óptica de securitización, viendo a los migrantes como potenciales amenazas para la estabilidad nacional. Esta perspectiva ignora deliberadamente el impacto económico positivo que los trabajadores migrantes —documentados e indocumentados— tienen en sectores clave de la economía estadounidense, como la agricultura, la construcción, la industria láctea y el servicio doméstico. Estados Unidos debe reconocer que su economía depende en gran medida de esta mano de obra migrante, que cumple con labores que muchas veces los propios ciudadanos estadounidenses evitan.
Uno de los temas ausentes en el debate es la protección de los derechos laborales de estos trabajadores. La estructura legal de Estados Unidos está diseñada para respetar los derechos humanos y laborales de todas las personas en su territorio; sin embargo, la falta de voluntad política ha relegado a miles de migrantes a condiciones laborales precarias. Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres migrantes empleadas en el servicio doméstico, donde muchas enfrentan explotación y salarios por debajo de los mínimos establecidos por la ley. Tampoco se les garantiza la seguridad social ni el acceso a servicios de salud básicos, a pesar de que su trabajo es esencial para el funcionamiento diario de muchas familias estadounidenses.
El trabajo agrícola y pecuario, donde los migrantes son mayoría, es otro ámbito donde el aporte de la mano de obra migrante es ignorado. Este sector, vital para la seguridad alimentaria del país, se sostiene gracias a los esfuerzos de trabajadores migrantes que no solo enfrentan jornadas agotadoras, sino que además se ven expuestos a condiciones laborales peligrosas y desprotección social. Los candidatos prefieren hablar de fronteras seguras en lugar de reconocer y mejorar las condiciones de quienes, desde el anonimato y la vulnerabilidad, contribuyen a mantener el motor agrícola de Estados Unidos.
Este enfoque restrictivo y excluyente no solo es injusto, sino que también pone en riesgo la sostenibilidad económica a largo plazo. La economía estadounidense se beneficiaría enormemente de una política migratoria que, en lugar de centrarse exclusivamente en el control y el miedo, reconociera el valor de la contribución migrante y ofreciera protecciones laborales adecuadas.
Para muchos migrantes, el sueño americano no solo significa prosperidad económica, sino también el respeto a sus derechos como trabajadores. Es momento de que Estados Unidos avance hacia una política migratoria inclusiva que respete y valore a quienes han sido el pilar silencioso de su crecimiento.
Director AAMES
Asociación Agenda Migrante El Salvador