Por Lo de Kamala Harris contra Donald Trump es una carrera de infarto, con una final totalmente incierta - a tres semanas de la elección. El ímpetu y entusiasmo, con los cuales Harris irrumpió en una campaña, que ya todo el mundo había dado por perdida para los demócratas, tuvo un impacto espectacular, catapultando a la candidata a la cabeza. Parecía que sustituyendo a Joe Biden era suficiente para sepultar la ambición de Trump de regresar a la Casa Blanca. Y parecía que Kamala Harris era la candidata ganadora.
Pero esto ha cambiado. Es ilógico, pero a partir del debate entre Trump y Harris, que la candidata ganó claramente, no se consolidó su ventaja, sino el expresidente comenzó a cerrar la brecha en todos los siete estados que están en pugna. Ahora las encuestas pronostican un foto finish. El que gane, lo hará con un mínimo margen – y puede ser cualquiera de los dos.
¿Qué pasó? Kamala Harris ganó el debate y no ha cometido ningún error, qué puede explicar que el apoyo a Trump esté creciendo. En toda la campaña se ha hecho palpable que ahora el anciano en la campaña -y el que provoca dudas de sus capacidades mentales- es Trump. Muchos analistas han criticado que Kamala Harris no ha llenado todos los vacíos en cuanto a sus políticas específicas, pero esto no ha sido un error. La gente no vota por programas de gobierno. La gente juzga el carácter, la personalidad, la credibilidad de los candidatos. Es muy difícil asumir que en este juicio la gente le de a Trump mejores notas que a Harris. Todo el mundo sabe que miente, que inventa datos, que malinterpreta la historia de su presidencia y de la de Joe Biden. Todo el mundo conoce sus prejuicios racistas, machistas y clasistas. Entonces, ¿por qué no hay una clara mayoría que expresa que no votará por él? ¿Por qué tanta gente expresa que va a votar por Trump, a pesar de todo esto?
No hay explicaciones racionales. Las motivaciones detrás de las preferencias electorales entre estos dos personajes no son racionales. Son profundamente irracionales.
La triste verdad es que todavía es difícil que la sociedad estadounidense entregue la presidencia con todo su inmenso poder a una mujer, además de color. Obama logró romper el techo para un candidato de color. Pero Obama es hombre. Negra y mujer parece demasiado para muchos electores.
Kamala debería, para la recta final, enfocarse en este problema, poniendo el dedo sobre la llaga. Tiene que retar a la sociedad entera a enfrentar sus prejuicios; obligar a todas las mujeres, las blancas, las de origen asiático, africano y latino que se posicionen ante esta situación inadmisible. También a los hombres. No puede ser que una persona, a pesar de que tenga un carácter menos torcido; a pesar de que obviamente es la candidata que no amenaza el estado de derecho y el orden constitucional del país, no sea elegible por el hecho de ser mujer y/o no blanca. Kamala tiene la oportunidad de presentar este dilema a los lectores, de manera abierta, agresiva y desafiante. ¿Qué tipo de nación quieren ser? Defínanse.
Tratar de romper este empate con más promesas de políticas clientelistas no va a funcionar en esta recta final. La candidata tiene que mostrar, con más contundencia, que tiene un un carácter fuerte, que no tiene miedo de tomar decisiones, incluso impopulares, y que asume el liderazgo.
Si logra esto, gana. Y ganaríamos todos, dentro y fuera de Estados Unidos. Porque una nueva presidencia de Trump, en el estado mental que lo pudimos observar en esta campaña, y con el tipo de ultras que lo rodean, sería un peligro. No dos veces.
Amárrense los pantalones para la final de infarto. Saludos, Paolo Luers