Si algo consume la guerra de Ucrania, además de vidas, es artillería. Es la gran baza con la que Rusia se sigue abriendo paso en todas sus guerras desde la Segunda Guerra Mundial, al punto que se le conoce como “el rodillo de fuego”. Su potencia artillera es abrumadora, pero consume demasiada munición. En 2022 Rusia llegó a disparar 20,000 proyectiles diarios. Ese ritmo se volvió eventualmente insostenible pues con el paso de los meses vaciaron arsenales que tardaron muchos años en acumularse y la producción empezó a no dar abasto.
Fue necesario bajar el consumo de munición y acudir a Corea del Norte (uno de los mayores arsenales en el mundo debido a la constante tensión con Corea del Sur). Se ha llegado a estimar que solo hasta noviembre de 2023 los norcoreanos habrían enviado hasta 1 millón de proyectiles artilleros a Rusia. Esta acción ha desencadenado uno de los episodios más complejos y desconocidos de la guerra de Ucrania, siendo otro síntoma de la internacionalización de esta. Veámoslo.
Las condiciones de Corea del Norte para tan jugosa contribución al esfuerzo bélico ruso fueron recursos y colaboración militar. La sola posibilidad de que el régimen de Kim Jong-un pueda evolucionar militarmente gracias a esto pone entredicho el balance de poderes en la península asiática, algo que claramente los surcoreanos no han visto con buenos ojos y han sido arrastrados a un dilema. Por un lado, no pueden quedarse brazos cruzados, pero por otro temen que Rusia pueda verse agraviado por alguna acción de Corea del Sur en favor de Ucrania y esto lleve a que, como castigo, la colaboración militar con los norcoreanos aumente de forma aún más preocupante.
Pero, no solo los coreanos tienen un dilema. Rusia también. En los últimos años Corea del Sur se ha convertido en uno de los ejércitos más nutridos, modernos y autosuficientes del planeta que por los mismos motivos que sus vecinos del norte tienen también uno de los mayores arsenales globales. Y para disgusto de Putin, estos respondieron a la intromisión rusa en sus asuntos con una inteligente jugada. Los aliados occidentales enviaron hasta 330,000 proyectiles de artillería a Ucrania de sus propias reservas que luego recompraron a los surcoreanos (mismos que autorizaron dicha jugada), fue una manera indirecta de devolver la afrenta y que se demostró de gran importancia. Gracias a esa enorme cantidad de munición, de acuerdo a los datos de gasto ucranianos, el ejército de Kiev tuvo suficiente material para defenderse por más de dos meses; todo en medio de uno de los períodos más críticos para Ucrania pues en ese momento la ayuda estadounidense se había pausado. De no haber sido por Corea del sur, Ucrania probablemente habría sufrido graves derrotas en medio de los titubeos de Washington.
Así pues, ambas Coreas han tenido ya un rol importante en la guerra sin realmente estar implicados. Rusia claramente tomó nota de la situación, y sabe que entre más ayuda necesite de Corea del norte, más éstos le pedirán su colaboración en temas militares, hechos que podrían orillar a Seúl a implicarse más en su ayuda directa o indirecta a Ucrania. Estos 4 países transitan por tanto en un delicado juego de equilibrio que por el momento es estable, pero a medida que la guerra evolucione (sobre todo si no se llega a una resolución pronto, tal como se mencionó en la columna de la semana pasada) esta situación podría empeorarse.
La lección que nos deja esta situación es que este lamentable y criticable conflicto no se limita solo al territorio ucraniano, sus implicaciones son mundiales, y aunque en la monotonía de la barbarie que puede leerse, verse, y escucharse todos los días sobre este tema, no debemos dejar de prestarle atención. Hay muchas cosas en juego.
Muchas gracias por su tiempo, estimados lectores.
Analista de temas internacionales.