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"Andamos en la sombra, ahora podemos estar aquí, mañana..."

Manuel Cruz es originario de La Unión. Desde hace 18 años vive en Estados Unidos, mantiene un vínculo familiar fuerte, pero debido a su situación migratoria no ha podido regresar a visitarlos.

Por Evelyn Chacón | Oct 21, 2024- 22:01

Cuando Manuel salió de El Salvador, su sueño no había sido viajar a Estados Unidos, sino que lo impulsó el tema la delincuencia que " estaba comenzando a azotar fuertemente", además de las limitaciones económicas. Foto EDH/ Jessica Orellana

"Mi nombre es Manuel Cruz Romero. Soy originario del cantón Loma Larga de la Unión Sur. A Estados Unidos llegué hace 18 años. Salí de El Salvador en el año 2006 con rumbo a este país. El motivo de emigrar fue primeramente la economía. No había trabajo en el lugar, no hay empleo.

Hay momentos en que uno consigue el trabajo, pero a veces no, pero uno sabe que tiene que ayudar a sostener a su familia, a los hermanos, a los padres, o darles algo que tal vez nunca se puede hacer allá, en el país nuestro.

Entonces, cuando llegué a este lugar pues ya comencé a trabajar y a poder ayudarlos a ellos, más que todo a los hermanos", expresa con franqueza el unionense.

Pero su labor no se limitó a ayudar a su familia. Mucho antes de emigrar, Manuel en Loma Larga fue uno de los líderes que impulsó que en su cantón se comenzarán a celebrar las fiestas patronales.

"La primera fiesta que se hizo fue una fiesta muy sencilla. Se hizo la primera, me recuerdo, un 27 de octubre del año 97. Esa fiesta se hizo porque se estaban recaudando fondos para un proyecto de agua potable en la comunidad. Había sido un proyecto que se había solicitado por años, y muchos alcaldes habían pasado por La Unión, pero un proyecto que nunca se dio.

Entonces la única manera que hizo la comunidad fue apoyarse unos con otros, para que ese proyecto fuera una realidad. Y fue allí donde se hizo la primera fiesta.

Había un grupo de personas que trabajaban en eso, yo me incorporé con ellos a finales del año 99. No era una directiva, sino un grupito de personas.

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Cuando el proyecto de agua potable ya estaba en función, entonces dijimos que queríamos hacer fiestas patronales. Fue allí donde comenzamos a hacer actividades, a buscar candidatas y elegir un mes, una fecha, que fueran compatibles con lo que es la celebración de la Iglesia Católica. Tomamos la decisión de hacerlo en abril. Es donde todos los años se celebra la fiesta en honor al Santo Cristo Resucitado.

Esos fondos que se recibían de allí ya servían para irnos invirtiendo en otros proyectos de la comunidad. Entonces ya digamos, se hicieron las primeras actividades en el primer año 1,999 o 2,000. En el 2001, 2002 para acá fue cuando ya comenzamos nosotros a ir agarrando más fuerza y fue cuando surgió ya montar los jaripeos. Entonces hicimos el primer jaripeo en el año 2000, pero no había, estuvimos buscando terreno donde montarlo.Una cooperativa de la Hacienda San Ramón nos alquiló el predio para comenzar allí a trabajar y nosotros montamos el primer año de jaripeo".

Revistas publicadas de las fiestas patronales con apoyo de salvadoreños residentes en Estados Unidos

Por eso, Manuel agradece a quienes hoy mantienen esas tradiciones "me gustaría que lo sigan haciendo, para mantener viva la memoria de nuestra compañera y amiga Elsie Chávez Rodríguez, que fue con ella con quien iniciamos eso, y eso pues nunca lo vayan a olvidar. Nosotros sembramos, y nos costó muchísimo eso; ahora tienen un predio, tienen un terreno, hay una casa de baile, donde hacen la fiesta, entran orquesta, entran discos móviles adentro, hay un campo de feria muy grande, que se volvió bastante famoso, y eso hizo traspasar fronteras, y creo que los que están ahora, que son jóvenes, que ya están involucrando en todo esto, creo que eso es lo que me gustaría, que siempre lo mantengan, y que nunca vayan a olvidarlo"

Aunque los años han pasado, Manuel recuerda con satisfacción el trabajo y los frutos de esos días; así como los lazos de amistad forjados en esa época de su vida; lamentablemente desde su salida del país no ha podido volver.

"Yo no he regresado al país por las condiciones de que no ha podido arreglar papeles, por la cuestión de los asuntos de la migración que todavía no ha pasado una ley en este país que pueda apoyar y que nos pueda legalizar (...)

Aquí andamos en la sombra, aquí andamos ahora podemos estar, mañana podemos estar en nuestro país. Pero en cuanto nosotros nos mantengamos bien y no tengamos ningún problema con la ley, creo que todo va funcionando bien y podemos trabajar con tranquilidad, aunque no tengamos documentos."

Tras emigrar, Manuel continuó por varios años teniendo un lazo y liderazgo fuerte con las actividades de la comunidad. Y en Washington D.C., con apoyo de otros salvadoreños, originarios de oriente de El Salvador, se publicaba la revista de las fiestas patronales.

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"La revista pues siempre la tratamos de mantener, yo la mantuve desde el 2008 hasta el 2013. Tenía mis propios patrocinadores acá, tenía mis propios anunciantes, pero para mí eso no fue fácil, porque llegar a este país sin conocer a nadie, entonces yo me las andaba ingeniando, porque ya sabía cómo era el movimiento en El Salvador, y me imaginaba que si yo aquí trataba la manera de hacer lo mismo como estaba trabajando en El Salvador, sabía que iba a conseguir patrocinadores de acá de Estados Unidos", recuerda. Este "rebuscarse" como buen salvadoreño y la transparencia del trabajo le ha permitido hasta estos días mantener credibilidad y respeto entre la diáspora.

El apoyo que daban los patrocinadores también ayudaba a los gastos de las fiestas en el cantón.

Cuando Manuel salió de El Salvador, su sueño no había sido viajar a Estados Unidos, sino que lo impulsó el tema la delincuencia que " estaba comenzando a azotar fuertemente", además de las limitaciones económicas.

"El sueño mío era decir si puedo ayudar a alguien de la comunidad o a alguien, personas que necesitan, lo voy a hacer. Cuando yo venía en el camino, yo solo le pedía a Dios que me permitiera seguir siendo igual; quería siempre aportar un poquito, un granito de arena siempre para la comunidad y para aquellas personas, para aquellas familias de escasos recursos que necesitaban", confiesa

Ahora asegura que su sueño "lo he venido cumpliendo".

"Hubo una señora que era una vecina , ella era muy pobrecita,se llamaba Mariana Velásquez. Ella era humilde, tuvo tres hijos, pero nunca tuvieron una vivienda. Vivían en unos ranchitos a la orilla de la calle, y hasta este día creo que ese ranchito todavía existe. Recuerdo que hablaba por teléfono con ella, cuando ella ya iba a fallecer, ella me agradeció todo, me echó todas las bendiciones que pudo bajar del cielo porque la había ayudado. Siempre estuve allí, le mandaba para sus medicinas, para que le compraran algo que ella pudiera comer, hasta que murió. Después lo que se me tocó fue andar acá pidiendo para poder comprar el ataúd y poderla enterrar, que tuviera un entierro digno como cualquiera", relata con la sencillez que lo caracteriza.

Manuel trabaja como ayudante de mesero en el restaurante familia Ruthie's All-Day; un lugar con mucha demanda, situado en 3411 5th St S, Arlington.

"Yo vengo a trabajar desde Washington, para llegar acá vengo en metro, entonces me demoro una hora y media para llegar. mi entrada a trabajar aquí es a las ocho de la mañana, trabajo de ocho de la mañana a ocho y treinta de la noche, pero ya cuando las puertas aquí se abren para que el público pueda entrar, ya uno pues ya tiene que tener todo preparado. En mi caso, trabajo como ayudante del mesero", explica. En su lugar de trabajo hay otros latinos, que desempeñan diferentes roles.

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Todd Salvadore, propietario y gerente General de Ruthie's All-Day, comenta que ha trabajado con Manuel por seis años en diferentes restaurantes y describe al salvadoreño como "muy trabajador y simplemente hace el equipo mejor para todos"

Salvadore explica que "le gusta contratar, en general, gente que le gusta trabajar, gente amigable que siempre atienda bien a los clientes, ya sea (personal) de México, de Centroamérica, de donde sea; simplemente lo que le aprecian al restaurante en actitud".

Añade que los hispanos "son muy amigables y más que nada tienen buena relación con los clientes y eso le ayuda bastante a él y a todos".

Para Manuel uno de los retos que ha enfrentado en su trabajo está relacionado con el idioma inglés."Todavía no hablo inglés, porque nunca fui a la escuela, lo entiendo un poco y sé lo que me está diciendo, pero tal vez lo más básico", expresa.

Para él resulta difícil no saber cómo contestarle a su jefe, "pero cuando uno ya sabe, y ya conoce bien el oficio, sabe lo que va a hacer y lo que tiene que hacer día a día, entonces ya no se le hace muy difícil, entonces cuando uno ya sabe bien el horario de entrada, de salida, uno ya sabe lo que va a hacer, entonces uno ya se va dejando. Aunque él (Salvadore) no habla español, tal vez no entiende bien el español, pero él solo le corrige a uno si algo no está bien, entonces ya uno lo entiende, pero ellos le comprenden también a uno", expone.

El unionense relata que para el emigrante "cuando uno está recién llegado, cuesta lo primero el idioma; lo segundo es lo que es enfrentar las grandes temperaturas, que hay que irse acostumbrando a eso, pero pues ya con el tiempo uno se va adaptando a eso, a la cultura, también hasta en las comidas que hay".

Sin embargo, tras 16 años de vivir en la capital estadounidense, para Manuel lo más duro que ha vivido es "perder a un pariente, que tal vez uno ha hecho lucha por quererlo ayudar allá, para que sobrevivan, . Desde que yo me vine han muerto tres hermanos allá, que batallaron con el azúcar, con la diabetes, pero no pudieron ganarle a la muerte. Uno ya no vuelve a ver a esas personas, y eso es lo más triste".

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