Octubre, el Mes de la Hispanidad, y el 12 se celebra el Día de la Raza, como recuerdo de la unión de razas de la colonización española, que ha sido causa de detractores, calificándola como un genocidio que aniquiló a los pueblos originarios, se llevó toneladas de oro a cambio de espejitos y abalorios para engañar a los indios. Hay suficientes razones históricas para desmentir esta Leyenda Negra, que inició en los años de la conquista, por las intrigas de los otros países conquistadores, para combatir al Imperio Español. La teoría de que el atraso de los países de América Latina se debe a la conquista española, y que si hubiéramos sido conquistados por países anglosajones seríamos del Primer Mundo, demuestra una evidente ignorancia de la historia que vale la pena considerar.
Inglaterra colonizó la India, Norteamérica, el Caribe, Asia y África, con una política de discriminación y destrucción prohibiendo la unión de sus súbditos con los naturales, sin establecer ningún sistema de gobierno, ya que era la Compañía de las Indias Occidentales y Orientales las que se lucraban comercialmente con las riquezas de tales países. El rey Leopoldo de Bélgica compró el Congo Belga como una finca que nunca conoció, y tras 300 años de dominación hubo únicamente 7 graduados universitarios en Bélgica.
Alemania, mediante sus banqueros Fugger y Wellser, recibieron un gran territorio en Venezuela, por espacio de 18 años, como garantía de un préstamo que hicieron al Emperador Carlos V, para pagar a los tercios de Flandes. Autorizados para gobernar sin dar cuenta a nadie, sin pagar impuestos y nombrar a sus propias autoridades, dedicaron todo su tiempo a la inútil búsqueda de El Dorado, mientras destruyeron e incendiaron ciudades como Coro, que había sido fundada por los españoles. El relato histórico de esta hazaña lo describe German Arciniegas en su libro "Los alemanes en Venezuela" haciendo notar que no quedó de ellos ni una sola huella: No hay ciudades, ni ríos ni instituciones con nombres alemanes.
Los colonizadores españoles fundaron ciudades, construidas con el sistema cartesiano, con casas de gobierno, palacios, iglesias y universidades. Divididas en virreinatos, capitanías generales y provincias, que daban cuenta a la Casa de Contratación de Sevilla y al Consejo de Indias, en lo referente al comercio y leyes aplicables a las colonias. Sin ningún fundamento histórico se ha dicho que los colonizadores fueron ladrones sacados de las cárceles, pero hay documentos de miembros de familias nobles como virreyes, abogados, médicos herbolarios y químicos establecidos en las ciudades colonizadas. Y que los centros históricos de México, Lima, Quito y otras capitales, con la belleza de sus palacios y sus iglesias, dan fe de la herencia española. La profusión de oro que decoran sus iglesias, más el saber en las universidades, demuestran un enorme legado.
La fusión de las razas tuvo resultados notables como Pedro de Alvarado con la Princesa de Xicotencatl, el Capitán Sebastián Garcilazo de la Vega, con la princesa Ximpu-Ocllo, y otras uniones interraciales que generaron intelectuales reconocidos como Fernando Alvarado-Ixtlilxochitl, autor de la Historia Chichimeca, y Fernando Alvarado Tezozómoc, autor de La Crónica Mexicana. Demuestran la herencia cultural española las universidades de México, Lima, San Carlos en Guatemala, siendo orgullosos graduados Sor Juana Inés de la Cruz y Juan Ruiz de Alarcón, de México, y el Inca Garcilazo de la Vega, de la Universidad de San Marcos en Lima, que jamás tocaron suelo europeo.
No se puede juzgar la época de la conquista en los siglos XVI y XVII con criterios del siglo XXI, especialmente en el tema de los derechos humanos. Rubén Darío inmortalizó la herencia hispánica en su controversial poema "A Roosevelt", a quien llama "Invasor de esta América ingenua, que tiene sangre indígena, que reza a Jesucristo y aún habla en español".
Maestra.