El pavoroso huracán Milton tocó tierra entre Tampa y Fort Myers, en la costa oeste de la Florida, en la noche del miércoles 9 de octubre.
Milton, que se formó cerca de la península de Yucatán, se convirtió rápidamente en un devastador ciclón que alcanzó la categoría 5 (la máxima en la escala Saffir-Simpson) mientras cruzaba el Golfo de México rumbo a la Florida.
Los meteorólogos dijeron que si la escala de medir huracanes se ampliara, Milton habría sido categoría 6, ya que llegó a tener vientos de cerca de 305 kilómetros por hora.
Milton perdió algo de fuerza al acercarse la noche del miércoles a la península floridana. El ojo del huracán tocó tierra aproximadamente a las 8:30 p.m., en Siesta Key, en el área de Sarasota, unas 70 millas (112 kilómetros) al sur de Tampa, con vientos de unas 125 millas (200 kilómetros) por hora y una marejada que en algunos puntos alcanzó hasta 13 pies (4 metros) de altura.
Desde la costa oeste, Milton, rebajado a un huracán de categoría 2, cruzó la región central de la Florida, azotando las ciudades de Kissimmee y Orlando, sede de los parques temáticos de Disney, entre muchas otras atracciones. En la mañana del jueves salió cerca de Cabo Cañaveral hacia el océano Atlántico, disminuido a categoría 1 pero todavía con suficiente potencia para inundar con marejadas la costa este de la Florida desde la ciudad de Jacksonville hasta el condado de West Palm Beach.
El huracán dejó a más de 3,2 millones de viviendas y negocios sin electricidad, vastas zonas inundadas, casas destrozadas y, al momento de escribir este artículo, 12 muertos. Más de tres millones de personas recibieron órdenes de evacuación antes de la llegada del huracán. Algunos se quedaron en sus viviendas; la mayoría se fue a Miami o fuera del estado.
El desastre natural causado por Milton se suma a los recientes destrozos que la devastadora marejada del huracán Helene causó en la misma área de Tampa y Fort Myers mientras avanzaba por el Golfo de México hacia el noroeste de la Florida.
Helene, que tocó tierra en el norte de la Florida el 26 de septiembre, dejó una huella de destrucción y tragedia en el sureste de Estados Unidos hasta Carolina del Norte. Con más de 200 fallecidos, se convirtió en el ciclón más mortífero que el país había sufrido desde el huracán Katrina, que en 2005 devastó Nueva Orleáns.
La magnitud de los daños causados por Helene, y ahora por Milton, es un recordatorio cruel de nuestra vulnerabilidad ante fenómenos meteorológicos extremos, y lo que es peor: una señal clara de que estos eventos son cada vez más frecuentes y más intensos, debido a la crisis climática que enfrentamos.
Tras el paso de estos huracanes devastadores, una pregunta queda flotando en el ambiente: ¿por qué sigue siendo tan vulnerable una parte de Estados Unidos que está en la trayectoria posible de los huracanes? ¿Y qué nos dice esto sobre nuestra preparación para lo que podría venir?
Helene y Milton no han sido incidentes aislados ni fenómenos inesperados. Los científicos llevan años advirtiendo que el cambio climático está aumentando la intensidad de los huracanes. La subida de la temperatura del océano, que causa un aumento en la formación de ciclones, significa que estas tormentas son más destructivas, más húmedas y más mortales. Desde Katrina, hemos tenido cuantiosos desastres relacionados con huracanes —Harvey, Wilma, María, Irma— y cada uno de ellos ha cobrado más vidas y causado más daños que el anterior. Sin embargo, como sociedad, seguimos atrapados en un ciclo de reconstrucción sin enfrentar las causas fundamentales de esta crisis.
No podemos seguir respondiendo solo cuando la tragedia ya ha ocurrido. En Estados Unidos es imperativo que nuestros gobiernos, tanto a nivel estatal como federal, den prioridad a políticas de resiliencia y adaptación al cambio climático. Esto implica fortalecer las infraestructuras esenciales, invertir en energía limpia y sostenible, construir viviendas más sólidas, y trazar planes de evacuación y respuesta más eficaces y equitativos. Las comunidades más vulnerables, como las que ahora están sufriendo en la Florida, merecen algo más que ayuda temporal y palabras de consuelo: necesitan un compromiso real para evitar futuras tragedias. [FIRMAS PRESS]
Andrés Hernández Alende es un escritor y periodista radicado en Miami. Sus novelas más recientes son El ocaso yLa espada macedonia, publicadas por Mundiediciones.