Los embates de la naturaleza que ha sufrido la península de Florida, dejan una lección de vital importancia: el educar a las personas, desde su más tierna infancia, en la responsabilidad individual. En resumidas cuentas, de eso depende, incluso, el salvar la vida.
Todos sabemos sobre los eventos catastróficos que Florida ha sufrido. En ellos, hubo alerta temprana por parte del Gobernador DeSantis, coordinación con todas las entidades públicas involucradas y, principalmente, hubo voluntariado, colaboración, obediencia y orden por parte de la ciudadanía. Todo eso pudo realizarse por la educación enfocada, desde los primeros años de vida, en la responsabilidad individual, en ser conscientes de que el resultado final depende de cada uno en particular.
Tras la destrucción masiva de la tormenta Helene, los habitantes, tragándose sus lágrimas, se dedicaron a reubicarse junto a familiares y vecinos, ayudándose mutuamente. Primero, para que todos tuvieran qué comer y con qué guarecerse. Luego, para recoger escombros y limpiar predios, en preparación para la reconstrucción de sus viviendas y sus vidas. Todos colaborando, nadie de brazos cruzados, esperando que papá estado resolviera sus problemas. Al contrario, posibilitando que la ayuda estatal llegara a quienes más lo necesitaran.
Y llegó Milton, y los tornados, y ese tipo de desastres naturales contra los que muy poco puede hacerse, solamente obedecer las instrucciones de prevención para salvar la vida. A Dios gracias, el huracán bajó sensiblemente su fuerza al tocar tierra, pero aun así castigó terriblemente a lugares ya devastados. De nuevo, autoridades y ciudadanía, unidos en un esfuerzo conjunto y eficaz, están afrontando las secuelas de lo acontecido.
En nuestro país, hemos sufrido también graves embates de la naturaleza. Y los daños y las víctimas han sido numerosísimas, principalmente debido a nuestra carencia de responsabilidad individual.
Porque, por ejemplo, hay zonas que anualmente se inundan, causando daños; hay construcciones en áreas de grave peligro; hay quienes pierden sus negocitos por abrirlos en lugares no autorizados, o sus ventas por apoderarse de la vía pública; hay quienes exigen títulos de propiedad, habiendo asentado sus viviendas en predios ajenos. Esas familias, por esas circunstancias, pueden perderlo todo. Pero vamos al origen de esos sufrimientos: por una parte, la falta de responsabilidad individual, desobedeciendo leyes que debemos cumplir, entendiendo que, al ser mayor de edad, cada quien es responsable de sí mismo y debe cargar con las consecuencias de sus actos. Y, con mayor culpabilidad, el responsable es el estado, porque buscando votos permite que el desorden impere.
Así, llegado el momento de un evento de la naturaleza, la población, acostumbrada a hacer su gana y a estirar la mano para que resuelvan sus problemas particulares, se sientan a esperar la ayuda, cuando el estado no tiene la capacidad de otorgarla porque se gasta todo en corrupción y apoyando ese desorden, atendiendo necesidades de particulares que no le corresponden.
Nuestra población no necesita lástima, necesita una buena educación, que incluya como base la responsabilidad individual, porque el salir adelante es la obligación de cada uno y valerse por sí mismo es lo mínimo que puede hacerse.
Basta de populismos. Por esos paternalismos, por consentir la haraganería y el “yo de pobre” estamos subdesarrollados. Nuestra gente no merece lástima, merece respeto dándole la educación y la salud a las que tiene derecho, para que así, cada uno, sea autosuficiente.
Empresaria.