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No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal

La verdad consoladora que aporta el Apocalipsis es que el final de la historia humana no será un cataclismo sino el triunfo total de Cristo resucitado. El Apocalipsis se cierra con la expresión triunfal de la Iglesia: Ven, Señor Jesús.

Por Heriberto Herrera
sacerdote salesiano

El cine ha encontrado en el tema del demonio un filón de primera para hacer negocios jugosos. Películas terroríficas atraen al gran público. No se diga de las fábulas, apariciones demoníacas, maleficios, brujerías que pululan en todos los tiempos. Sin hablar de charlatanes, brujos y endemoniados que pueblan la fantasía popular.

Algo que sí es indiscutible es el hecho de que existe un ser misterioso que es la encarnación del mal. No se trata de cuentos para asustar niños o hacer negocios. El tema de la existencia del demonio es una realidad que recorre las páginas de la Biblia. Empezando por Génesis, donde se contrapone a Dios creador del mundo y de la primera pareja humana en conflicto con Satanás, ese espíritu diabólico, empeñado en destruir el proyecto divino.

La larga historia de la humanidad podría leerse en la clave del Apocalipsis.

Este libro sagrado, que asusta a más de uno, no es un relato fatídico de desastres cósmicos, una especie de descalabro final. Si bien es cierto que todos los hombres en todos los tiempos se ven envueltos en una lucha terrible entre la maldad del pecado y el poder del Resucitado, la verdad consoladora que aporta el Apocalipsis es que el final de la historia humana no será un cataclismo sino el triunfo total de Cristo resucitado. El Apocalipsis se cierra con la expresión triunfal de la Iglesia: Ven, Señor Jesús.

Mientras tanto, quienes peregrinamos en el tiempo presente, vivimos permanentemente amenazados por ese personaje malvado, llámesele Satanás o príncipe del mal o con tantos nombres amenazantes. La verdad consoladora es que, quienes seguimos a Cristo, contamos con la energía divina para defendernos del mal. Jesús nos enseñó a orar así: “No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal”.

Como discípulos de Jesús, estamos capacitados para vencer el mal. Tenemos recursos de sobra para resistir las tentaciones de todos los días. En primer lugar, contamos como aliado nuestro a Cristo vencedor. En el evangelio aparece una constante lucha del Jesús contra el demonio: liberación de endemoniados, perdón de pecados, gracia que nos ofrece para ser fuertes contra las tentaciones. Él mismo fue tentado desde el comienzo de su vida pública hasta su crucifixión. Lo que parecía el triunfo del demonio sobre Jesús quedó desmentido por su resurrección.

Creemos en un Cristo victorioso sobre las fuerzas del mal. Y él nos quiere victoriosos. Podemos vencer al demonio y sus maléficas insinuaciones dejándonos conducir por la formidable fuerza de su Espíritu Santo.

Optar por Cristo no equivale a una especie de seguro contra el mal. La batalla contra el demonio nos ocupará hasta el día de nuestra muerte. Es una agonía permanente, entendiendo por el término griego “agonía” la condición de lucha permanente. Cristo, vencedor del poder maléfico, nos garantiza que podamos nosotros cantar victoria ahora y en el momento final.

En un mundo, nuestro mundo, desbordado de maldad, la fe nos da la certeza de que nadie ni nada nos podrá apartar del Señor Jesús.

Sacerdote salesiano y periodista.

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Cristianismo Opinión

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