Cuando niño llegaba por las noches hasta el secreto jardín de la Clarilunera. Allá encontraba la blanca y transparente flor "Claro de Luna." La cual -bajo la fresca claridad lunar- ¡se abría asombrosamente en unos instantes, ante mis ojos! Tristemente al amanecer la flor moría al sol naciente. No obstante, a la noche siguiente ¡la volvía a encontrar…! Entonces deduje que era la misma flor de ayer en la Clarilunera. Creyeron que era chifladura. Pero no. ¡Era la misma, renacida! “Si pierdes una ilusión, después ha de renacer en ti” -dijo un ángel. Desde entonces aprendí a hablar con los “claros de luna” y con la vida. El "Claro de Luna" del amor renace por igual en nuestra breve noche de la floresta íntima de nuestro ser. Es la magia natural de la luna, convertida en flor y de la flor convertida en luna o sinfonía musical. Recordemos la sonata “Claro de Luna” de Ludwig van Beethoven o el “Clair de Lune” de Claude Debussy… Aquel jardín está lejano. Quizá ya no exista. Pero en la nostalgia del recuerdo aún sigue florecido. Aunque el ángel y el niño que fui se hayan ido. A veces hablo con las flores. Pero lo hago en silencio. Como, de igual manera, hablo con la vida. Allá junto a la lejana Clarilunera o con lo que queda de la vida.
Noche del renacido “claro de luna” del jardín
-