Ana Julia Ramos, de 74 años, descansa en las afueras de su hogar a un lado de las antiguas vías del tren. Ella tiene 40 años de vivir en la comunidad El Paraíso #1 del distrito de Soyapango. Foto EDH/Emerson Del Cid
Una vendedora de pan francés transita donde antes se conducía el tren en Soyapango. Foto EDH/Emerson Del Cid
Los padres junto a sus hijos se dirigen hacia los centros escolares y colegios cercanos. En su mayoría se dirigen caminando o en motocicleta. Foto EDH/Emerson Del Cid
El puente sobre la antigua carretera panamericana en Ilopango ahora tiene concreto sobre las antiguas líneas del tren, para poder conectar a los habitantes. Foto EDH/Emerson Del Cid
Antes del régimen de excepción, los pandilleros hacían impensable transitar libremente entre estas comunidades. Ahora Nilo Martínez, un albañil que construye un muro en una de las viviendas de la comunidad California 3, puede llegar a trabajar sin problemas. Él viene desde el barrio San Sebastián de Ciudad Delgado, y ahí vive en otra comunidad que también está en las vías del tren. Nilo Martínez tampoco tiene escrituras de su casa. Foto EDH/Emerson Del Cid
Dos albañiles almuerzan a un lado de las antiguas vías del tren en la comunidad 3 de enero. Foto EDH/Emerson Del Cid
Donde antes circulaba los ferrocarriles de Fenadesal, ahora se pueden observar vehículos parqueados. Foto EDH/Emerson Del Cid
Los rieles de acero aún están visibles en algunos tramos, a veces rodeados de concreto, otras solo embebidos en arena y tierra compactada Foto EDH/Emerson Del Cid
Entre Ilopango y Soyapango hay tres kilómetros y medio de vía férrea ocupadas, prácticamente de forma continua, de viviendas. En algunos tramos el espacio para transitar es escaso. Foto EDH/Emerson Del Cid
Algunas familias que llegaron hace décadas a habitar la línea del tren, invirtieron en construir su casa de forma más amplia, a pesar de no poseer escrituras de su vivienda o terreno. Foto EDH/Emerson Del Cid
Los habitantes de las comunidades a un lado de las vías del tren relatan que hace 40 años las viviendas eran de láminas y bambú. Foto EDH/Emerson Del Cid
A un lado de la estación de tren en Soyapango, José y Daniel Salgado trabajan en la construcción de su vivienda, en la que han invertido aproximadamente $20,000. Foto EDH/Emerson Del Cid
La familia Salgado solo posee un permiso por parte de la alcaldía para poder habitar en el lugar. Foto EDH/Emerson Del Cid
Atrás de la estación abandonada se ubica un basurero público. Foto EDH/Emerson Del Cid
La estación de tren abandonada ahora luce con con pertenencias en mal estado como mesas, bicicletas, metales que brindan un mal aspecto. Foto EDH/Emerson Del Cid
Las paredes de la estación se encuentran en estado de abandono y casi por derrumbarse. Foto EDH/Emerson Del Cid
En los alrededores de la estación del tren también se parquean vehículos de los habitantes aledaños. Foto EDH/Emerson Del Cid
La cotidianidad de los habitantes transcurre con normalidad sobre las vías del tren, comunidades que fueron estigmatizadas como violentas. Foto EDH/Emerson Del Cid
Los habitantes se arriesgaron a invertir en construir y mejorar sus viviendas pese a no tener escrituras legales de su casa. Foto EDH/Emerson Del Cid
En 2013, la Asamblea Legislativa aprobó los decretos 505 y 378 que abrían el camino hacia la legalización de viviendas en comunidades a lo largo de la línea férrea del oriente del país. Foto EDH/Emerson Del Cid
Francisco Aragón, representante de la Mesa Nacional de la Línea Férrea, señala que el decreto 505 permitió la entrega de 2,769 escrituras en San Miguel y Usulután. Foto EDH/Emerson Del Cid
Foto EDH/Emerson Del Cid Vista aérea de la zona donde se unían diferentes tramos ferroviarios que conducen hacia San Salvador. Foto EDH/Emerson Del Cid
FOTOS: El día a día entre las olvidadas líneas del tren
Las 330 comunidades sobre la línea férrea viven bajo inseguridad jurídica por no poseer escrituras de sus viviendas o terrenos, a pesar la existencia de decretos que especifiquen que son aptas para recibir legalización.