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La búsqueda de una explicación

No existen dos niños autistas iguales pues cada uno tiene sus peculiaridades, tanto en sus habilidades como en sus déficits. Asimismo no todos tienen esta condición con el mismo nivel de gravedad. En los casos graves el diagnóstico no es tan difícil aunque claro está el pronóstico es poco alentador.

Por José María Sifontes
Médico siquiatra

Una de las condiciones más difíciles de comprender, aún para los especialistas en alguna rama de las neurociencias, es el autismo. Desde que se describieran los casos pioneros ha habido sin duda un importante avance, pero todavía queda mucho por definir y grandes vacíos. Aunque el autismo seguramente ha existido desde hace mucho tiempo fue el doctor Leo Kanner, de la Clínica de Psiquiatría Infantil de Johns Hopkins, quien en 1943 publicó los resultados de sus estudios. El doctor Kanner observó detenidamente a once niños que tenían ciertas características comunes que los diferenciaban de sus pares: la preferencia por la soledad, la insistencia por la monotonía, la tendencia a rutinas elaboradas y ciertas habilidades que contrastaban con los déficits. Al mismo tiempo, pero a mucha distancia, en Viena, el doctor Hans Asperger estudiaba el mismo tipo de niños. Fue el doctor Asperger quien nombró autismo a esta condición. La palabra autismo fue tomada de la psiquiatría de adultos que la usaba para describir uno de los síntomas más característicos de la esquizofrenia, el aislamiento del mundo exterior; aunque la esquizofrenia se inicia en la adolescencia tardía o la juventud mientras que el autismo se inicia en la infancia.

Kanner describió el caso de Donald, un niño que gustaba de practicar en solitario juegos inusuales como hacer girar todo lo que tomaba, arreglar de formas específicas grupos de cosas y tirarlas para escuchar el sonido. Para Donald las palabras tenían un significado literal e inflexible. Esto contrastaba con su buena memoria y cierta habilidad numérica. Donald mostraba poco interés y prestaba poca atención en las otras personas, y sólo mostraba apego a su madre. Repetía frases y preguntaba las mismas cosas. Otros niños del grupo de Kanner no desarrollaron lenguaje oral, y los que lo desarrollaron mostraron serias dificultades en la comunicación, es decir el lenguaje oral no era usado de la misma forma que los niños no autistas.

No existen dos niños autistas iguales pues cada uno tiene sus peculiaridades, tanto en sus habilidades como en sus déficits. Asimismo no todos tienen esta condición con el mismo nivel de gravedad. En los casos graves el diagnóstico no es tan difícil aunque claro está el pronóstico es poco alentador. Los casos leves no están exentos de problemas pues la vida se les puede volver muy complicada al no poder cumplir con las expectativas familiares y sociales de forma satisfactoria. Por toda esta diversidad de posibilidades ahora se prefiere usar el término espectro autista. Los mayores desafíos que han encontrado los investigadores del autismo es definir su naturaleza y conocer las causas. Por un tiempo se creyó que la alteración era de naturaleza psicológica puramente, y que podría provenir de experiencias traumáticas o de una relación patológica con los padres.

Ahora se conoce que la condición tiene una causa orgánica y que existe un defecto en la estructura o fisiología cerebral que se manifiesta en la comunicación, la imaginación y la socialización. Al parecer el problema se relaciona con problemas cognitivos de alta complejidad. Los niños autistas carecen de la capacidad del juego simulado y de la atención compartida. No pueden pensar sobre los pensamientos ni imaginar el pensamiento de otros. Algunos investigadores, como la doctora Uta Frith, de la Unidad de Desarrollo Cognitivo del Consejo de Investigación Médica de Londres, cree que estas alteraciones son los elementos centrales de la condición, lo que está aún por comprobarse.  

Médico Psiquiatra.    

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